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La III guerra mundial

por Redaccion
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Clausewitz

“…Tú
estás jugando con la Tercera Guerra Mundial…”, le increpó Trump
a Zelensky (Infobae, 28/02), por no querer firmar un alto al fuego
con Putin sin “garantías de seguridad”. Días antes,
contradictoriamente, a la vez que logró “el alto al fuego”,
señaló que EE.UU. tomaría el control de Gaza para desenvolver un
proyecto inmobiliario denominado “la Riviera de Medio Oriente”,
(DW, 11/02), lo que para algunos implicaría una limpieza étnica. A
la vez, exige a los países integrantes de la UE aumentar su
presupuesto militar al 5% del PBI para sostener la OTAN, saca a
EE.UU. de la OMS, recorta la “ayuda” de más de $40,000 millones
de USAID a los países tercermundistas, etc.

Entonces,
¿Por qué Trump habla de la paz? Porque es un político burgués
astuto y cauteloso. Durante la crisis económica y militar alemana de
1930, Hitler, también
hablaba de la paz tratando de ganar tiempo y cambiar la correlación
de fuerzas para así pasar de su obra cumbre “Mi Lucha” a la II
guerra mundial. Para comprenderlo habría que analizar el discurso de
Trump durante su toma de posesión (20/01). Una manifestación
categórica de la línea política estratégica imperialista de su
gobierno: Make América Great Again (MAGA).

“La
Edad de Oro de Estados Unidos comienza ahora mismo…
revocaremos
el mandato de los vehículos eléctricos, salvando nuestra industria
automovilística”,
declaró
el magnate yanqui (NYT,
20/02).
Es
que a pesar que algunos medios señalan que la productividad de
EE.UU. se ubica en el primer lugar, lo que no señalan es que la
misma no ha podido superar las cifras pre pandemia y que China a
avanzado. El peso del dólar como moneda mundial habría caído del
71% (2000) al 55% (2022). En el 2000, el 75% de los países tenían
como principal socio comercial a EE.UU., mientras que, en el 2020,
China habría alcanzado el lugar de EE.UU.

Entonces,
Trump habría concluido que EE.UU. tiene que “romper huevos si
quiere hacer una tortilla”. Es decir, “romper el orden mundial”
para recuperar su hegemonía internacional. Biden se abrió varios
frentes de guerra que solo en Ucrania han costado cerca de $150,000
millones. Trump, replantea la estrategia de guerra yanqui, reconoce
la victoria militar rusa y se repliega hablando de paz (impone el
alto al fuego en Gaza, negocia con Putin sobre Ucrania), con el fin
de concentrarse en el dragón asiático. Pero la demagogia pacifista
de Trump a confundido a tirios y troyanos.

No
obstante, la dialéctica nos enseña a no confundir el todo con
algunas partes de la crisis. Sucede que no
estaríamos frente a una tendencia aislacionista y pacifista del
Imperio del Norte, sino a una política expansionista y agresiva que
responde al “declive relativo” (es fuerte militarmente) de la
potencia yanqui. Sus amenazas de invadir y tomar el control del Canal
de Panamá, anexarse Groenlandia, Canadá y México (argumentando el
terrorismo de los carteles de la droga fentanilo), así lo
demostrarían.

Según
el connotado periodista Seymour Hersh, “EE.UU. dio la orden para
volar los gasoductos Nordstream” (France24; 09/02/23), con el fin
de boicotear el suministro de gas ruso barato a Alemania, lo que
produjo la dependencia de energía yanqui a precio caro. Esto, entre
otros factores, conllevó a la crisis del gigante Ford y una recesión
de la economía alemana por segundo año consecutivo (la producción
industrial alemana ha bajado un 7% desde 2021, mientras que las
industrias intensivas en energía han bajado un 20%). Según el
informe Draghi, “la producción manufacturera europea ha bajado un
9% desde 2021, los metales un 35%, los equipos eléctricos un 49%”.
Además. “la cuota de la UE en el comercio mundial se ha reducido
del 18,9% en 2004 al 14,8% en 2024. En comparación, las
exportaciones de EE.UU. representan el 10,8% del comercio mundial y
las de China, el 18,1%”, (Ok diario, 03/03).

Si
bien es cierto que después del derrumbe de la URSS, EE.UU. se
erigió como la potencia imperial vencedora y el dólar se tornó en
la moneda de intercambio mundial, convirtiéndose en la potencia
financiera decisiva del FMI, BM, OTAN, ONU, etc. pues, sin embargo,
geopolíticamente, EE.UU. ha retrocedido debiendo sacar sus tropas
militares de Irak, Siria y Afganistán. Incluso, antes tuvo que
retirarse de Vietnam y en la toma reaccionaria de Siria, los EE.UU.
serían convidados de piedra de Turquía.

A
esta situación habría que agregar que según el economista Claudio
Katz, “…Trump
confronta con un adversario digital que ha tomado la delantera. China
emparejó primero los avances tecnológicos norteamericanos y disputa
actualmente los segmentos más sofisticados…se puso al frente de la
5ª y 6ª generación de comunicaciones móviles…también gana
primacía en las ciudades inteligentes, el reconocimiento facial y el
universo del Big Data. Ahora batalla palmo a palmo en la carrera de
la Inteligencia Artificial…”, (Qué
anticipa DeepSeek, 21/02).

Sería
por estas razones que Trump (que ahora tiene mejores condiciones para
imponer su política bonapartista
ya que controla los tres poderes del Estado), nombró
al magnate Elon Musk como responsable
del Departamento
de Eficiencia Gubernamental (DOGE), con el fin no solo de recortar el
gasto público (el déficit fiscal y la deuda pública son del 6% y
120% del PBI respectivamente), sino principalmente de fortalecer el
Imperio Tecnológico de Silicon Valley, e implementar el megaproyecto
de IA denominado Stargate que contaría con el apoyo estatal de $
500,000 millones para erigir un gigantesco servidor de datos (que
implicaría mayores recursos energéticos como los de Ucrania,
Groenlandia, etc.), que enfrentaría
“la madre de todas las burbujas” especulativas de la que habla el
presidente del Rockefeller International, Ruchir Sharma (Financial
Times, 16/12/24), sin embargo, días después le estalló en sus
narices la corrida bancaria producida por la empresa china Deepseek
(lo
que ChatGPT ofrece por $15, DeepSeek lo comercializa a tan sólo
$0,14).

Por
estos motivos, las medidas nacionalistas yanquis apuntarían a
bloquear el desarrollo económico chino y por ende a reindustrializar
EE.UU. No obstante, el aumento arancelario a Canadá y México lo que
generó fue la caída de las bolsas de valores occidentales. ’La
kriptonita para los inversionistas es la incertidumbre’, le dijo al
Financial Times, Desmond Wheatley, un ejecutivo vinculado a la venta
de vehículos eléctricos. Por su lado, para el magnate Warren
Buffet, “imponer aranceles es un acto de guerra”, (Business
insider España, 05/02). En Perú, mientras que para el ex canciller
Francisco Tudela, “las decisiones de Trump son correctas”, para
el escritor Jaime Bayli, “son un desastre”.

Para
otros analistas, parafraseando a Clausewitz, “el comercio es la
continuación de la guerra por otros medios”, negando la
probabilidad de una guerra que podría llevar a la extinción humana.
Sin embargo, Trump
acaba de dar un nuevo plazo para la aplicación de los aranceles
hasta el 02/04 a México y Canadá. Según
la Tax Fundation, “la guerra arancelaria por Trump (2018-2019), y
mantenida por Biden redujo el crecimiento a largo plazo del PBI en un
0,2%, el stock de capital en un 0,1% y el empleo en el equivalente a
142,000 puestos de trabajo a tiempo completo”, (04/02). Las
sanciones anteriores a empresas chinas para la obtención de chips de
alta gama, así como la sanciones a Huawei, fracasaron. Deepseek es
otra muestra del fracaso del proteccionismo económico yanqui.

Y
si de nuevo los aranceles no funcionan. ¿Trump se resignará a una
nueva derrota política-económica?
Así
las cosas, la eventual pax norteamericana de Trump sería solo un
intervalo de nuevas guerras (como fue el acuerdo de Minsk, 2014) y
los platos rotos, por su puesto, lo pagarán los trabajadores. No
obstante, para que EE.UU. vaya a una guerra militar necesita que la
población norteamericana cierre filas, cuestión compleja ya que el
país está polarizado (el asesinato de George Floyd desencadenó una
rebelión popular que puso contra las cuerdas a Trump en el 2020 y
hay aversión a la guerra desde la derrota de Vietnam). Por eso, como
señala el historiador, Guillermo Kane, “necesita modificar las
relaciones de fuerza internas a través de métodos de militarización
y guerra civil”, (Prensa Obrera; Declinación imperial,
expansionismo y gobierno fascista: el coctel explosivo de Trump 2.0,
02/25). En este marco encajaría el chivo expiatorio: los migrantes
(descrita como una invasión criminal); para el cual a dado la orden
de reprimir ferozmente a través de redadas y leyes indiscrimadas
operativizadas por las fuerzas federales.

Por
estas razones, al menos que estalle antes una revolución
social-obrera antiguerra, la tendencia a la guerra imperialista sería
inevitable. Es inevitable porque no es viable expandir más el
capitalismo sin que un grupo de poder capitalista destruya a otro. No
hay nuevos mercados para conquistar. El mundo ya está dividido y se
impondría el que tenga más fuerza militar. Y es que como decía
Clausewitz, “la
guerra es la continuación de la política a través de otros
medios”.
Le
agregamos: bajo el capitalismo.

César Zelada. Director de la revista La Abeja obrera. Escritor y colaborador en varios medios de prensa obrera y popular.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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