En el mundo actual, donde la tecnología avanza rápidamente y la accesibilidad a la…
Artes
La Universidad de Talca ofrece ebooks gratuitos para descargar: ¿realmente son libros digitales?
La Universidad de Talca ofrece ebooks gratuitos para descargar: ¿realmente son libros digitales?
La Universidad de Talca ha puesto a disposición del público una colección de libros gratuitos para descargar durante el verano que acaba de pasar. Al visitar su página editorial, descubrimos que, en efecto, existe un catálogo de archivos disponibles para descarga virtual sin necesidad de registro ni proceso de compra. Sin embargo, hay un detalle importante: los archivos ofrecidos están en formato PDF, y los gestores de la página o la Editorial los denominan «ebooks». A continuación, aclaramos la definición de ambos términos y el uso correcto de los formatos.
Un ebook (libro electrónico) es un archivo digital diseñado específicamente para ser leído en dispositivos electrónicos como tablets, smartphones o lectores de ebooks (como Kindle). Los formatos más comunes para ebooks son EPUB y MOBI, que permiten adaptar el contenido al tamaño de la pantalla, ajustar el tamaño de la letra, cambiar la fuente y ofrecer una experiencia de lectura interactiva.
Por otro lado, un PDF (Portable Document Format) es un formato de archivo creado principalmente para conservar el diseño y la disposición original de un documento. Aunque los PDF pueden contener texto e imágenes, no están optimizados para la lectura en pantallas digitales, especialmente en dispositivos pequeños, ya que no son adaptables y requieren hacer zoom o desplazarse constantemente.
En este caso, los archivos ofrecidos por la Universidad de Talca están en formato PDF, lo que significa que, aunque son accesibles y útiles, no cumplen con las características de un ebook propiamente dicho. Llamarlos «ebooks» puede generar confusión, ya que no ofrecen la flexibilidad y adaptabilidad que los lectores esperan de un libro digital.
El auge de los ebooks: qué son y en qué se diferencian de los PDF tradicionales
En la era digital, los libros han evolucionado más allá de las páginas impresas. Los ebooks, o libros digitales, se han convertido en una opción popular para los lectores que buscan comodidad y portabilidad. Pero, ¿qué es exactamente un ebook y en qué se diferencia de un archivo PDF que no está diseñado para la lectura digital?
La principal diferencia entre un ebook y un PDF radica en su adaptabilidad. Mientras que un ebook está pensado para ofrecer una experiencia de lectura fluida y personalizable en cualquier dispositivo, un PDF es más rígido y mantiene un diseño fijo, lo que puede dificultar su lectura en pantallas pequeñas.
Con el crecimiento de la tecnología, los ebooks continúan ganando terreno, ofreciendo una alternativa moderna y accesible a los libros tradicionales.
La editorial webmediabook.com ofrece publicar libros digitales en una Edición Internacional en formatos profesionales para todos los lectores disponibles incluida la distribución y venta en todo el mundo.
TRECE CAMPANADAS PARA DESPEDIR AL 2024
La décimo tercera campanada
resonará, distante y melancólica,
desde el villorrio o el barrio.
Será el eco final
de un tiempo perdido,
de un camino sin regreso.
La décimo segunda,
un susurro urgente:
que no olvides a Palestina,
a Siria, y a la cáfila interminable
que deambula drogada
por la desidia neoyorquina.
La décimo primera
marcará en tu conciencia
el voto que omitiste,
el que pudo frenar
el egoísmo, la mentira
y el dolor que ensombrecen
el cielo vasto.
La décima será un recordatorio:
tu obra nace con otros,
con quienes están
y con quienes partieron,
frente al mar y su eterna soledad.
La novena campanada,
un presagio del próximo dígito,
donde la inteligencia es dato,
un cromosoma de silencio
entre ciencia y pensamiento.
La octava vendrá del firmamento,
desde la Cruz del Sur,
camino a galaxias del pasado.
La séptima alcanzará los oídos
de quienes habitan el cuento,
la literatura, la ilusión y el drama.
La sexta dará a luz
la causa inconclusa:
el bienestar esquivo,
el despertar de los tantos dormidos.
La quinta será un torbellino
de principios extraviados
en dictaduras liberales,
en dogmas y verdades absolutas.
La cuarta campanada
restallará incompleta
en el silencio de esta noche.
La tercera será la que creíste
conocer desde siempre
pero nunca llegó a tus oidos
La segunda, el adiós del año.
La fecha que salta ilusorio
De aquí hasta siempre.
Y la última… es tu corazón que late,
unido a la humanidad.
Javier Rojas Aguayo. La Serena, diciembre 2024
Desvergonzado de mí
Impúdico
Me desnudo en cada palabra que escribo
Pero, qué hacer
Uno es o no es poeta
todo el día
Todos los días
Ser poeta me ha costado
un ojo de la cara
La poesía no ha tenido piedad
con mi bolsillo
Pero mucho peor sería
haber sido pobre de espíritu
Las palabras me buscan
para que yo las diga
Insisten, presionan
Hasta que me relajo y ellas
hacen de las suyas
Acaban conmigo mientras las escribo
Cuando escribo me transformo
Por eso pienso que esto de escribir es una locura
Una locura que me hace sentir bien en todo caso
Por eso la repito todos los días
La nada me ha tragado incontables veces
Desde una página en blanco
Resistiéndose a que la escriba
No conozco peor enemigo de la escritura
Que su vertiginoso y profundo vacío
Por las noches me visita un fantasma que se me parece
Y viene para que me vea a mí mismo
Con todos mis ruindades y defectos
Para enrostrármelos sin ninguna misericordia
Y los escriba
Mi verdadero yo sabe que debe ser sacrificado
Pero se niega
No tiene ninguna intención de entregarse sin dar pelea
Y patalea
Yo escribo como un condenado a la escritura
Como un vicioso incapaz de escapar de la droga
Si no escribo el síndrome de abstinencia me vuelve insoportable y agresivo
No hay cura para este flagelo
La muerte me ronda
todos los días
La veo pasar saludando haciéndome señas con su mano
Hay una extraña familiaridad entre nosotros
Que hace que yo le devuelva el saludo y le sonría
A veces escribir me produce los espasmos de un parto
Una contracción tan insoportable
que me desfigura
Tirito, traspiro
Hasta que nace la criatura
A veces sospecho que el diablo me persigue para que escriba sus infernales fechorías
Yo apenas puedo resistirme e Intento hacerme el desentendido
Pero a veces también sospecho
que él se sale siempre
Irremediablemente con la suya
Yo escribo en el suelo, en servilletas, en los muros
Sobre cualquier superficie que reciba mis signos
Ellos luchan por ser paridos
y arrojados a la vida
Aunque sean signos
destinados con seguridad al tarro de la basura y al olvido
A veces no soy yo quien escribe
Sino un espíritu que me posee
Y dicta sus palabras a mis oídos
Actúo solo como una antena que emite automáticamente lo que recibe
Ernesto Langer Moreno nació en Santiago, Chile, el 23 de mayo de 1956. Estudió en el Liceo San Agustín de Santiago y en la Escuela Militar General Bernardo O`Higgins. Posteriormente, estudió Administración de Empresas en Francia.
Actualmente es el editor del Portal de Literatura Chilena en Internet escritores.cl.
Ha publicado libros de poemas, cuentos y dos novelas cortas, además de haber sido colaborador de diversos diarios nacionales como Las Ultimas noticias y varios suplementos semanales. En 1983 y 84 fue propietario y director de un periódico provincial llamado El Trapiche el que fue clausurado por el régimen militar del dicatdor Augusto Pinochet.
Libros publicados:
Siglo XX, he aquí el hombre (poemas, autoedición, Santiago, 1978)
Ojos de luna (Poemas, Editorial Nascimento, 1983)
El mago de las palabras (Poemas, Editorial Creces, 1985)
Cuentos breves, entretenidos y felices (Cuentos, autoedición,1995)
El Hombrecillo de los cuentos (Cuentos, LOM ediciones, 1996)
La otra orilla (Cuentos, Autoedición, 1998)
Arqueología de un retorno (Novela, Ediciones de escritores.cl, 2008)
Érase una vez…(Cuentos, Ediciones de escritores.cl, 2009)
Filopoes .(Poemas, Ediciones de escritores.cl, 2013)
EntreLetras .(Cuentos, Ediciones de escritores.cl, 2013)
Por Sebastián Ruíz Alsina
Con un chifón transparente sale hasta el marco de la puerta de su habitación y me pega una mirada como la que da la boa antes de morder algo. El bikini con encajes que trae puesto lo tiene incrustado en el cuerpo. Sus ojos son dos pececitos de oro que nadan dentro de una pecera almendrada, y leo en ellos: “prepárate huachito que te voy a hacer zumbar”.
Me hace un gesto con su bracito gordito para que avance hasta donde está. Calculo que me debe llegar a la cintura, justo donde se levanta el mástil para gritar “Viva Chile mierda”. Toma mi mano y antes de entrar me agarra la frutera para tantear lo que hay en ella. Hoy tendré la oportunidad de estar con la Margarita. Quiero conocer cómo es el amor en formato chico. Por lo que he escuchado la chiquitita se las trae, es brava, como un hacha afilada. Ahora sabré por qué sus labios gruesos han ganado tanta fama. Por fin podré raspar mi cachocabra en ese caldo.
Quiero sacarme los balazos y arroparme en ese corazoncito pequeño que tiene. Veré sí le hace honor a su reputación y me quita la falta de cariño que tengo. Me pregunto cómo pudo la naturaleza atomizar en ese cuerpito tanta exuberancia y transmitirle a un hombre como yo (a mí que me cuesta entrar en el círculo amoroso) ideas pecaminosas antes de siquiera tocarle un pelo.
Me pide que me siente en la cama y me quite la ropa. Quedo en calcetines. Miro su bracito choco, la piernita que le llega hasta la rodilla y que es ancha como la pata de un sofá antiguo. El talle corto contrasta con su monumental trasero. Le cuesta subirse a la cama y cuando está arriba me tiende de espalda. Siento un escalofrío cuando recorre mi cuerpo con su lengua bífida. Es como si la pasara dos veces. Tremendo es el placer que siento, ¡Madre de Dios!
Se encarama encima mío con sus bracitos que terminan a la altura del codo. Es toda una artista circense dominando el arte del equilibrio. Me pasa el chonguito de uno de sus brazos por mi pecho: eso me excita. Se saca con los dientes la prótesis de una de sus piernas, la lanza lejos y queda montada como quien va a domar un potro. Le toco los pechitos maduros que apuntan hacia el cielo. Todo en ella es minimalista. Aletea como un pollo faenado sin alas. Pide que me acerque, para que le pase la lengua por su abdomen hinchado; siento en mi boca la mezcla de tabaco y café. Corcovea, manifestando que la pica le llega hasta el cuello. Le toco el muñón que tiene en su pierna izquierda y lo siento suavecito como si fuera seda. Arriba del ring, de cuatro perillas, es peso mosca con un buen juego de cintura. Se suelta el pelo y lo deja caer en su espalda tomando el aspecto de una amazona. Se chasconea eufórica, grita, aúlla y alaraquea como endiablada. Me pregunta qué quiero a hacer y le respondo que ella manda. Despide un olorcito a rosas recién cortadas. Gira sobre sí misma como si fuera un trompo dándome topones.
Se pone de espalda y asume la posición. Parece un lechoncito que espera ser rellenado con una zanahoria de las grandes. Mueve su cabeza y me mira con sus ojos abrasadores diciéndome: “que estai esperando”. Me acerco y antes de mandárselo a…me acuerdo de la Julieta, mi mujer, a quien escucho dentro de mi cabeza como campanadas interminables:
—¡No te olvides de pasar por la torta de la niña! Acuérdate que el cumpleaños es hoy y comienza a las cinco. ¡No te vayas a olvidar! —enfatiza.
—¡Sí, mujer!, no te preocupes, llegaré a tiempo. Solo voy a hacer un alto en el centro para atender a una clienta que me está pidiendo un servicio, necesita que le destape una tubería.
—Bueno, pero no llegues tardes como otras veces, hoy es el cumpleaños de tu hija.
—¡Sí, mujer!…no tienes para que repetirme las cosas —le digo apretando los dientes.
La Margarita —hasta dulce suena el nombre de esta mujercita— me pregunta si todo está bien. La miro y le digo que hasta aquí llego, que me tengo que ir. Me pide que le diga si lo ha hecho mal para que yo me vaya. Respondo que no. Que solo he recordado una cosa, ha sido un lapsus, pero que todo está perfecto con ella. Me dice que, si quiero puedo dejarlo para otra ocasión, que no habría problema, que este encuentro no hay necesidad de pagarlo.
La miro mientras comienza a acomodarse las prótesis de sus brazos. Da un salto y la veo buscar la pierna falsa debajo de la cama. Me visto pensando en mi hija, en su fiesta, en su torta, que ya es tarde y me va a pillar la hora y después vendrán los reclamos de mi mujer.
Me despido de la Margarita quien cojea mientras sigue buscando por la pieza. No sabe a dónde fue a dar la prótesis. Agarro mi bolso de gimnasio y salgo con destino a la pastelería. Retiro la torta y encamino mis pasos elasticados a la casa. Llego en medio del algarabío de los invitados al ver la torta que llevo. La fiesta de los cabros chicos se desata. Pitos, cornetas, serpentinas, la piñata y cantarle el cumpleaños feliz a la niña para después servir la torta es el epicentro del cumpleaños. A las tres horas después termina tod..
Nota original
Se puede hablar de una poesía premonitoria cuando el poeta parece anticipar, prever o intuir eventos futuros, ya sean personales o colectivos, en sus versos.
Esta poesía refleja una especie de presentimiento o advertencia sobre lo que está por venir, expresado a través de símbolos, imágenes o metáforas que sugieren una visión del futuro, consciente o inconsciente.
La poesía premonitoria no es necesariamente un género formal, pero muchos poetas han escrito versos que parecen adelantarse a hechos que más tarde ocurrieron. Algunos ejemplos o casos conocidos incluyen:
Arthur Rimbaud en sus poemas de “Una temporada en el infierno” y «Iluminaciones», propone una visión perturbadora del mundo moderno, anticipando aspectos del siglo XX como la alienación y el malestar social.
William Butler Yeats en su poema «La segunda venida» parece prever el caos y las guerras mundiales que marcaron la primera mitad del siglo XX.
Gabriela Mistral, en varios de sus poemas, parece prefigurar crisis personales o dolores universales, como en “Sonetos de la muerte”, en los que expresa la inevitabilidad de la pérdida.
En muchos casos, la poesía premonitoria se manifiesta a través de una fuerte intuición del poeta, que capta una realidad latente o una tendencia que aún no ha surgido por completo. A menudo, este tipo de poesía se entrelaza con lo místico, lo onírico o lo profético.
Otro aporte, no definido desde la academia, es el del escritor chileno Javier Rojas Aguayo y su libro de poemas «Premoniciones» publicado recientemente, bajo el sello editorial webmediabook.com en el que el autor busca, desde el titular mismo del libro, definir sus visiones premonitorias respecto a la realidad desde su condición humana. O, en algunos casos, desde el sujeto mismo del poema, dejando fluir la voz de los objetos, las especies, los fenómenos y la materia como tales.
El libro, un experimento semiótico – es una edición viva que el autor modifica y cambia según sea activado, tocado o interactuado por los lectores – se puede bajar desde Internet en www.webmediabook.com
Me encontré en el metro con un amigo, dijo que su madre estaba muy mayor y viviendo en alguna parte, sola, a orillas del mar. Tras una fila de gente de guitarras y tatuajes logré entrar al banco, expliqué que mi padre tenía dificultades para acceder a la página virtual, la cajera del banco me dijo que sus padres se habían ido a vivir a Grecia pero que los años les habían quitado el rigor de antaño, esa fuerza e independencia que les hizo querer cambiar la sociedad y que ahora la llamaban por teléfono todas las tardes para que les ayudase a descifrar el nuevo mundo, tan digital y tan adverso. Ayer fui a ver a mi anciana suegra, me hablaba de su gato rubio, el Tarzán, que la viene a visitar cuando ella duerme. Desde una foto en la pared del living me sonreía su marido sueco que en antaño, para callado, me contaba esas aventuras que los hombres les cuentan a los hombres bajo el alero de un whisky. Se sentía grande el departamento, nunca me imaginé que fuese tan amplio.
Una amiga mía se presta a celebrar los noventa años de su madre cantante.
Camino por un Estocolmo futurista para el cual no me preparé, no conozco a sus caminantes, los edificios nuevos brotan queriendo tocar el sol, los trenes cavan túneles hasta las rocas del averno, las esclusas se extienden con puentes dorados y derriban las construcciones que nos vieron borrachos gritando consignas. Los locos que nos advertían del fin del mundo se murieron sin ver el apocalipsis de sus carteles y sus canciones en los teclados, el apocalipsis synth nunca llegó, pocos los recuerdan, difícil no sentirse algo solo y no ser mordido por la nostalgia como un perro atacando a los ciclistas, aunque el pasado fuese pobre y violento ahí había algo de uno, algo propio que se largó sin avisar siquiera.
Brilla el sol en mi ciudad, Estocolmo, capital de Suecia, sopla el viento. En alguna parte la vejez pinta de nieve las sienes de nuestras madres, nuestras tías caminan lento.
Ya no nos corresponde apoyarnos en otros, ahora somos nosotros los robles de los bastones y los libros de los más jóvenes.
Se sostiene el relato propio como un momento en lo profundo del bosque, ahí hay que encender una hoguera, leer bajo la luz y forjar el hierro y la respuesta del hierro ante el implacable paso del tiempo.
Patricio Cameron es el autor del libro de cuentos «La última frontera» publicado por la Editorial Senda en Estocolmo – Suecia en 2013 – https://bokmaskinen.se/boktorget/biblioteket/la-ultima-frontera/
Por Rodrigo Verdugo Pizarro
He leído y releído “Acedia” de Benjamín Castro Espinoza, Editorial Signo, y no he dejado de sorprenderme ante el logrado método de su composición, concluyendo que un texto de tamaña plenitud formal no siempre se consigue inicialmente. Los temas que asedian las cuatro partes de “Acedia” parecen ser la prolongación de ciertas constantes temáticas ya abordadas por poetas como Armando Uribe y Eduardo Anguita, a saber: la muerte, la finitud, la caducidad, las limitaciones, las inautenticidades. Si bien hay un paralelismo temático con estos poetas, hay aquí en esta primera obra una muy marcada Intención de sobreabundar en la angustia y el aburrimiento que nivelan a todas las cosas y a todos los hombres. El poeta Benjamín Castro Espinoza acusa y recusa toda perfecta ecuación entre el sujeto viviente y los objetos vividos. Partiendo de que el hombre es una fracasada recapitulación de la naturaleza, el
hablante lírico encara las insatisfacciones vitales arrojándose en la perspectiva aterradora, (para la mayoría), de la disolución, y el aprehendiendo el efecto disolvente del olvido El poeta va a encarar diversas depresiones espirituales, rebelándose contra todo tipo de onmitud, de mundanismo, y contra toda
exigencia objetiva de la vida. Hay una lucida amargura y un agotamiento
espontáneo que recorren estas páginas, hay la búsqueda de remotas analogías
para enaltecer el silencio o mas bien su concreción material y simbólica en la
figura del monasterio. Por quien, y para quien es la vida, pareciera preguntarse
el poeta en una serie de poemas, sometidos en su mayoría a una máxima
síntesis, y elaborados con un rigor extremo. Son textos que nacen a partir de
una intuición potencial, con mínimos desarrollos que sortean con gran
destreza en algunos de ellos, los peligros del desenlace circular, es decir frente
al peligro de la forma circular, no hay un manejo mecánico, al contrario, los
desenlaces circulares se libran de ser abruptos, cualidad que hay que destacar.
Incidentes interiores y exteriores nutren esta escritura. No hay más
fundamento que el olvido y la muerte, en tanto el olvido aquí es expuesto como limitación cuantitativa de la vida misma. El poeta no busca vencer la
finitud, ni compensar la vaciedad del sentido, menos oponerse a ese tiempo
destructor, ni tampoco a alcanzar una epifanía que lo absuelva de las
convenciones de la temporalidad lineal, se sabe desde antes inmerso en lo
baldío, y en una materia que en términos Agustinianos es negativa en
oposición al espíritu, llegando el poeta a rozar los extremos de un dualismo
interior. De allí deviene cierto ascetismo, o ética extremista, que está muy
presente en varios textos. La vida en su frágil mecanismo vive de espaldas a la
vida misma, a su nadidad, a su primer origen y a su último fin, como la muerte
que está de espaldas a quien escribe sobre ella. Habíamos afirmado sobre el
castigo formal de estos textos, lo cual celebramos porque exponen
escuetamente, el mundo doliente y baldío del autor, existir es estar
sosteniéndose sobre la nada, el ser es para no ser, angustia y no dolor. La nada
tiene la última palabra, no hay garantías de sentido parece decirnos el poeta
Benjamín Castro Espinoza, en “Acedia”, un texto urgente cuya lectura y
relectura es crucial en una época como esta, donde se disimula el absurdo, y se
camufla la angustia.
En el vasto y frío panorama escandinavo, un grupo de exiliados chilenos encontró en Estocolmo un espacio propicio para cultivar una misión singular: la reivindicación del idioma castellano y la cultura literaria chilena, desplazadas pero no silenciadas por el exilio. A diferencia de otros colectivos de expatriados que alzaban sus voces en un grito contestatario desde Francia, Inglaterra, Italia, Estados Unidos, México o Venezuela, el Taller de Estocolmo optó por una estrategia más sutil pero no menos trascendental. Aquí, el desarrollo personal y el esfuerzo colectivo se entrelazaron para formar un aporte humano que, aunque apartado del fragor de la resistencia política abierta, encontró en la profundización lingüística y cultural su más alta expresión.
Este grupo, que no se dejó arrastrar por la marea de las voces «contestatarias», se dedicó a la tarea de preservar y enriquecer el idioma castellano, no como un simple vehículo de comunicación, sino como un baluarte de identidad cultural. En su labor, se percibe un perfeccionismo semántico que busca contraponer la riqueza profunda y matizada del español al racionalismo pragmático de las lenguas que dominan el paisaje cultural europeo. Así, mientras muchos exiliados levantaban sus banderas en las plazas y los cafés de París o Londres, los miembros del Taller de Estocolmo se adentraban en las profundidades del lenguaje, redescubriendo su potencial poético y literario.
Carlos Geywit – Sergio Infante y Sergio Badilla en Estocolmo Suecia
La existencia del Taller de Estocolmo puede entenderse como una forma activa de reinvindicar el castellano que, moldeado en las tierras del Cono Sur, adquiere matices y tonalidades únicas, alejadas del funcionalismo que caracteriza a las lenguas germánicas y anglosajonas. En este sentido, el Taller se erige como una voz que no solo preserva, sino que también enriquece y expande la cultura literaria y poética chilena, presentándola ante un mundo escandinavo curioso y ávido de conocer las culturas de territorios lejanos y exóticos.
El trabajo del Taller se puede ver como una resistencia cultural en sí misma, una respuesta al destierro que, en lugar de dejarse ahogar por la nostalgia o la desesperanza, opta por florecer en un nuevo entorno. Al insistir en la importancia de la lengua y la literatura como vehículos de identidad y resistencia, los miembros del Taller de Estocolmo crearon un legado que trasciende el simple acto de escribir o hablar en español. Su labor fue, y sigue siendo, un recordatorio de que el idioma y la cultura son más que herramientas de comunicación; son expresiones vivas de la historia, la memoria y la identidad de un pueblo.
En última instancia, el Taller de Estocolmo demostró que incluso en los contextos más adversos, como el exilio, es posible cultivar y hacer florecer un proyecto cultural significativo. Su aporte al resguardo y la reivindicación del castellano y la literatura chilena no solo enriqueció a quienes participaron directamente en él, sino que también ofreció al público escandinavo una ventana a una cultura rica y compleja, que, aunque lejana en la geografía, se hizo presente y vibrante a través de la palabra.
El Grupo Literario Taller de Estocolmo fue fundado en la década de 1970 por un grupo de escritores chilenos exiliados en Suecia, tras el golpe de Estado de 1973 en Chile. Entre los integrantes fundadores y activos del Taller de Estocolmo destacan:
Sergio Badilla Castillo: Poeta y escritor, considerado uno de los fundadores y líderes del Taller. Ha sido un promotor activo de la poesía en el exilio y es reconocido por su contribución al desarrollo de la poética en el contexto del destierro.
Carlos Geywitz: Escritor y poeta, su obra se caracteriza por la reflexión sobre la identidad y el exilio, siendo una de las voces más influyentes del grupo.
Edgardo Mardones: Poeta y narrador, Mardones ha trabajado en la preservación y difusión de la cultura chilena en Suecia a través de su labor en el Taller de Estocolmo.
Sergio Infante: Escritor, poeta y académico, su obra ha sido fundamental para el desarrollo de la literatura chilena en el exilio. Infante también ha sido un activo promotor de la literatura chilena en el ámbito académico sueco.
Estos autores, junto con otros colaboradores y participantes a lo largo de los años, han trabajado en el Taller de Estocolmo, un espacio que ha servido no solo para la creación literaria, sino también para la reflexión sobre el papel de la lengua y la cultura en situaciones de exilio y destierro.
El escritor Omar Perez Santiago, también parte de la «armada literaria latino escandinava» publica la siguiente nota en memoria de uno de los integrantes del grupo poetíco.
https://omarperezsantiago.blogspot.com/2008/08/los-ngeles-de-ayer-partimos-camino-al.html?m=1