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Uno de los crímenes sociales y urbanos más infames de nuestra historia, casi desconocida y silenciada para la mayoría de los chilenos y que explica el nacimiento de poblaciones periféricas en dictadura, el origen de una pobreza dura, con resentimiento y que también explica hoy la delincuencia, la ignorancia y el odio que sale de lugares llamados ghettos.
Apenas se instaló Pinochet una de las medidas brutales fue hacer una limpieza en las comunas más ricas de Santiago como Las Condes o Providencia. No había que dejar ningún pobre viviendo ahí porque la mayoría había recibido viviendas o departamentos gracias a Salvador Allende y no había que dejar ninguna obra de este presidente, había que destruir y borrar todo.
Los militares llegaron sin aviso por la medianoche, nos sacaron de las camas en pijama, no hubo respeto por las mujeres, abuelitas, niños, ni embarazadas, ni enfermos. Nos subieron a camiones de basura entre los llantos de niños y mujeres. Los que reclamaban recibían culatazos e insultos. Desde los pisos de arriba los militares lanzaban colchones y muebles, la mayoría quedaron destruidos…”
(Testimonio de la pobladora de la villa San Luis de Las Condes, en el primer desalojo masivo de miles de familias entre 1973 y 1978 y su expulsión fuera de la ciudad).
Las primeras 112 familias expulsadas solo días después de la Navidad fueron trasladadas en camiones sin protección y lanzados a campo abierto a varios kilómetros del aeropuerto, donde en 1973 no había absolutamente nada, eran potreros. Las familias sin techo para protegerse del frío, la humedad y a los días siguientes del sol, estaban aterradas, no sabían en qué parte estaban, solo a veces escuchaban aviones en el cielo que pasaban.
Otro vecino, René Ponce, recuerda con pesar que “a nosotros el ‘76 nos echaron. Nos avisaron ese mismo instante que nos teníamos que ir, esa misma noche nos echaron, fue tan rápido que no me pude ir con mis padres porque ya no cabía en el camión y me tuve que ir con un vecino. Tenía como 14 años y recuerdo que a mi padre le pegaron porque no quería abrir la puerta, le pegaron tan fuerte en el pecho que hasta su muerte lo tuvo hundido. A mí también me pegaron y me metieron en el baño. Mi mamá estaba sentada con mi hermano de meses en los brazos y los militares creyeron que tenía armamento escondido y le quitaron a su guagua, la levantaron para revisar. Ella tenía hartas cosas porque antes tenía un negocio y se lo robaron todo. De ahí nos llevaron a Renca y hasta ahora sigo viviendo ahí”.
Otra vecina, Felisa Miranda, recuerda con nostalgia: “Cuando nos desalojaron yo tenía 17 años. Vivía con mis padres y me acuerdo de los vecinos que sacaban en camiones por las noches. Pero a nosotros no nos desalojaron porque mi papá dijo que no lo iban a humillar más de lo que nos estaban humillando al sacarnos de nuestros departamentos, porque mi papá era el propietario. Por eso le dijo a un amigo que tenía camión para que sacara las cosas con dignidad, en medio de los desalojos masivos. Nos fuimos a San Joaquín a comenzar de cero”.
Agrega que “el Presidente Allende nos dio la posibilidad de vivir decentemente, ya no con un pozo negro como teníamos antes, ahora teníamos baño con cadena, una tina para bañarnos, un gran cambio. Para mis papás cuando nos desalojaron fue algo terrible, mi mamá fue la que más lloró y se lamentaba porque ‘Salvador Allende nos permitió vivir como la gente’. Lo peor era que los trabajos estaban por acá, por lo que nuestros padres tenían que levantarse muy temprano para venir a la pega”. Lamenta además que “nos sacaron sin preguntarnos ni siquiera si queríamos irnos. Nos sacaron a la fuerza. A un vecino que no se quería ir le pusieron la escopeta en la cabeza para que entregara su departamento”, dice con molestia.
Antonieta Miranda es presidenta de la agrupación Desalojados de la Villa San Luis. Para ella, “tiene que haber un recuerdo muy profundo de lo que fue la villa. Éramos niños contentos, asombrados porque teníamos un baño de concreto que ni sabíamos lo que eso significaba. Para mí era algo muy extraño porque estaba acostumbrada al pozo en la Población El Esfuerzo donde vivíamos, donde teníamos que juntar agua para bañarnos y ahora era cosa de abrir la llave”. Sobre el desalojo de su familia, recuerda que fueron trasladados a Pedro Aguirre Cerda y al camión “tuvimos que echar las cinco camas y todo lo que pudimos llevarnos. Fue algo triste porque nunca pudimos volver a entrar a sacar el resto de nuestras cosas, salimos prácticamente con lo puesto y el resto se perdió”.
“Cuando se recordaban de la villa era llanto y llanto, incluso un vecino murió de la pena, don Juanito, que no pudo soportarlo”. Incluso hasta ahora “yo sueño con la villa, que estoy jugando con mis amigos y hermanos, recuerdo que estudiábamos en distintos colegios, unos en el Saint George, otros en Inmaculada Concepción, en el Don Bosco, y todo eso quedó atrás porque no pudimos seguir yendo a estudiar, era demasiado lejos y nos tuvieron que buscar matrícula cerca de nuestras nuevas casas”, por lo que afirma “es algo que no se puede olvidar”.
“Ahora tenemos que recuperar lo que nos quitaron. Nosotros no queremos volver a Las Condes, pero sí esperamos una reparación. Nos deben la verdad. Que el museo sea un recuerdo de lo que hicieron con estos niños y con estas familias”, sentencia.
La dictadura no sólo despojo de sus departamentos a gente de esfuerzo que tenia sus hijos estudiando en buenos colegios públicos de providencia o Las Condes y perdieron todo eso, principalmente la cercanía a sus trabajos, las escuelas, sino que Pinochet meses antes de entregar el poder dicto un decreto a través del Serviu donde pasaban todos estos terrenos fiscales a propiedad del Ejercito de Chile. Es decir otro megarobo más similar a lo que fue Cema Chile donde cientos de edificios y terrenos fiscales pasaron a propiedad de la familia Pinochet.