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Orgullo en la calle, vergüenza en el Congreso
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Por Daniel Campione | 21/03/2025 | Argentina
Fuentes: Tramas
La marcha del miércoles 19 de marzo mostró de nuevo que las pequeñas movilizaciones semanales que los jubilados mantenían desde hace mucho tiempo han dado lugar a manifestaciones masivas y variopintas.
“Jubiladas y jubilados somos todos”
A
diferencia del miércoles anterior la movilización tuvo más
presencia de sectores organizados y menor participación de
manifestantes “sueltos”, sobre todo de los identificados con
hinchadas de fútbol. Este cambio no afectó la masividad.
Se
fortaleció el carácter intersectorial, con movimientos sociales,
agrupaciones estudiantiles, organizaciones partidarias que no habían
tomado parte el miércoles anterior. La presencia sindical se dio
sobre todo a través de la participación de ATE y otros sindicatos
de las CTA. En contraposición fue débil la presencia de
organizaciones de la CGT, en buena parte expresada por sindicatos
pequeños.
Los
grandes gremios de la CGT estuvieron ausentes, en consonancia con que
la central sindical mayoritaria sigue jugando a las escondidas a la
hora de declarar un paro general. Hasta frente a los gobiernos más
reaccionarios el sindicalismo más burocratizado prefiere la carta de
la negociación a la de la movilización.
Cuando
el periodismo interpeló a concurrentes del acto, muchas y muchos de
ellos coincidieron en que no sentían miedo, o que lo habían
experimentado antes pero lo superaron. No fueron pocos los que
afirmaron que su participación no era para ellos una opción sino un
deber cívico, un compromiso ético y político al que no podían
fallar.
Todo
un indicio de que una porción importante de la sociedad argentina ha
interiorizado que el atropello cometido contra millones de jubiladas
y jubilados constituye una terrible injusticia y una afrenta para el
país entero. Además se hace carne la conciencia de que “jubilades
somos todos” sólo es cuestión de tiempo.
Nada
es “espontáneo”. Este ciclo de movilización comenzó con las
variadas organizaciones de jubilados que convergieron en un frente
común, unificaron acciones y consignas y fortalecieron el llamado al
conjunto social para que los respaldara en su lucha persistente.
Marca un camino para desplegar un cuestionamiento integral de una
política de destrucción de las condiciones de vida y los derechos
de las masas populares.
Frente
a los manifestantes el gobierno desplegó un operativo descomunal de
las fuerzas de seguridad. Se habló de dos mil efectivos. Cambiaron
de táctica: Esta vez optaron por cercar el Congreso e impedir el
acceso de los manifestantes.
Tamaña
contradicción. La misma gestión que esgrime los cortes de calles
para justificar la represión, optó por producir un corte en pleno
centro de la ciudad, de varias horas de duración. Escarnio total
para el llamado protocolo antipiquetes.
Esta
vez no hubo palos a mansalva o detenciones al voleo. Las fuerzas
represivas quedaron más bien “a la defensiva”, en una muestra de
que su entrenamiento y poder de fuego no equivale a omnipotencia. La
fuerza de las multitudes en movimiento restringe su capacidad de
acción.
Claro
que el operativo policial fue precedido por diverso tipo de acciones
intimidatorias., desde los mensajes amenazantes por altavoces en las
estaciones ferroviarias a la compulsiva revisión de medios de
transporte en los accesos a la ciudad.
No
lograron disipar la voluntad de concurrencia. Y la ministra Patricia
Bullrich esta vez no pudo administrar la abundante dosis de gases y
balas de goma de otras ocasiones. Ahora intentan argumentar que
recuperaron el control de la calle. No fue así, se atrincheraron en
una demostración de fuerza sin un sentido claro.
Mientras
tanto, en el Congreso….
Al
mismo tiempo que los manifestantes se congregaban en torno al
congreso nacional, la cámara de diputados desarrolló una sesión
culminada con la aprobación del decreto de necesidad y urgencia que
juega como aval de un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario
Internacional (FMI). Al respecto sólo se sabe que dispone la toma de
más deuda, lo que derivará en un nuevo incremento de la asfixia
inducida a la economía argentina.
El
resultado de la votación fue la aprobación del DNU, en violación
de la ley vigente que establece que las tomas de crédito externo
deben ser resueltas por ley. El proceso de preeminencia del poder
ejecutivo sobre los otros poderes sigue en avance. Y cuenta con el
consenso, entusiasta o vergonzante, de la mayoría parlamentaria.
La
actuación de los diputados ayer exhibió un nuevo episodio de la
inexorable degradación de la política institucional de nuestro
país. Los “representantes del pueblo” aprobaron “a libro
cerrado” la nueva hipoteca sobre el futuro del país. No se conoce
nada del nuevo préstamo: Ni el monto, ni el plazo de pago, ni la
tasa de interés, ni cuáles son las condicionalidades sobre la
economía que siempre impone el FMI.
129
diputados votaron a favor de un pacto cuyas características no
conocen. Buena parte de ellos son, en teoría “opositores”. Quedó
demostrado una vez más que en todas las cuestiones importantes
respaldan al gobierno.
Ocurre
que apoyan en lo fundamental el rumbo económico regresivo. Y eso es
lo que privilegian, guardando para mejor ocasión los escrúpulos
“republicanos” de que hicieron gala durante muchos años. Están
de acuerdo con el ajuste fiscal, con el despido de empleados
públicos, con la pérdida generalizada de ingresos.
Sobre
todo, se alinean con políticas que favorecen de modo directo al gran
capital, su verdadero mandante. Ante la flagrante evidencia es inútil
que intenten negarlo, las “desregulaciones” y “flexibilizaciones”
a favor de los empresarios tienen asegurado su beneplácito.
————–
Para
las fuerzas populares ha quedado una vez más en evidencia que sólo
pueden confiar en sus propias capacidades. Desde arriba se les ofrece
represión, que sólo cede parcialmente ante la presencia de
multitudes. Las instituciones que pretenden representarlas están
abroqueladas en contra de los intereses mayoritarios y no van a
moverse de esa posición, salvo, tal vez, si ocurre algún
cataclismo.
Se
necesita mayor unidad popular, en la acción y en el programa. Una
comunión movilizada que convierta el descontento en conciencia y
organización. Lo que requerirá una conducción política que
trabaje para amalgamar diversas reivindicaciones y distintas
tradiciones.
Todo
con una dirección propia, que rompa de una vez con las expectativas
en las opciones políticas que propone la burguesía. La sociedad
está dividida en clases antagónicas, por más que desde las
instancias de poder se procure ocultarlo. El conjunto de los
explotados y oprimidos necesita la conciencia de su propia fuerza
organizada. Nos espera la lucha de clases, que además es lucha de
calles.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.