La actual guerra de Ucrania, tal como la hemos conocido en los últimos tres años, tuvo su origen inmediato en la invasión rusa de febrero de 2022. Una primera pregunta asalta al observador: por qué Putin decide invadir Ucrania. Es claro que esta acción imperialista tiene su origen en la voluntad imperialista rusa de responder a supuestas agresiones del imperialismo occidental.
Ambas voluntades imperialistas que se contraponen nos
remiten a la lucha entre bloques geopolíticos. Encontrándonos en que para
explicarnos la guerra de Ucrania hemos de ver la relación entre ambos imperios.
Hemos de aclarar que en este planteo, referido a una coyuntura muy específica,
el capital anglo-europeo aparece como unidad. Pero sabemos que no es así.
Cuestión que se ha visto más evidente con la política de Trump, pero esto
tendrá que ser materia de otro desarrollo.
Las disputas entre bloques geopolíticos
no resultan de divergencias morales, como la libertad, la democracia, la
seguridad, o la fraternidad. Ese es el discurso que envuelve la verdadera
causa, los intereses que nutren la acumulación de sus respectivos capitales:
materias primas o recursos naturales, fuerza de trabajo, mercados,
localizaciones o rutas de transporte y comunicaciones, básicamente. Es decir,
las bases materiales de la reproducción ampliada del capital. Ucrania ofrecía
muchos de estos motivos (potencia cerealistica, recursos energéticos, tierras
raras, posicion estratégica y acceso directo al territorio ruso).
También sabemos que esta lucha
interimperialista en torno al territorio ucraniano no comenzó en 2022 y que
tiene unos antecedentes, lo cual nos lleva a mirar las relaciones entre las dos
potencias, Rusia y USA-UE, en torno al territorio ucraniano en su evolución
histórica.
Pero, hay algo más que no debe
escapar a la mirada histórica atenta. Esta guerra interimperialista histórica
de Ucrania es una forma concreta del enfrentamiento entre los dos bloques en
torno a la expansión de la OTAN en Europa oriental.
Aún más, este enfrentamiento no se limitó a la Europa
del este sino que se extendió a lo largo y ancho de la tierra. Este es el marco
que permite entender las revoluciones naranjas, primaveras árabes, golpes
suaves que riegan la historia reciente de la humanidad desde los años noventa:
Irak (1991, invasión en 2003, ocupación 2003-2011), Irán, Chechenia (1994-1996,
1999, 2005), Libia (2011, 2014-2020), Siria (2011-2024), Afganistan (2011),
Líbano, Argelia, Venezuela, entre muchos otros.
Por ello, para adquirir una comprensión amplia de la
guerra de Ucrania hay que volver la mirada a los hechos que siguen al
desmoronamiento de la URSS y, particularmente, a la lucha más o menos larvada
en torno a su área de influencia desde inicio de los años noventa del siglo
pasado. Veamos.
La caída de la URSS sunió a todo el
bloque soviético en una depresión económica y un desorden político. En los años
90, y hasta mediados de la segunda década del nuevo siglo, el incipiente
capital ruso, deslumbrado por la modernidad occidental, demanda integrarse en
el imperialismo anglo-europeo, pero será rechazado en diversas ocasiones.
También intentará restablecer la colaboración con el antiguo Comecon, pero verá
esfumarse su área histórica de influencia. No obstante, tendrá una tarea que
realizar, desarrollarse. Primero saqueando el estado ex-soviético que se repartirán
los gerentes de las empresas publicas y los burócratas del PCUS, los futuros
oligarcas. Luego, reprimiendo, explotando y empobreciendo a la clase obrera
rusa. Este ensimismamiento, en parte debido a su debilidad, lo relegará al
papel de un observador resignado de la caída del imperio ex-soviético.
Tras la reunificación alemana
(1990) donde los líderes occidentales prometerán que la OTAN no se expandirá
hacia Europa del Este, negarán a Gorbachov su propuesta de integrarse en una
OTAN reformada. Entre tanto, ayudan a los países de Europa del Este para que
vayan superando sus deprimidas economías con gobiernos prooccidentales que se
irán integrando en la UE. En cambio, a Rusia, le negarán tal auxilio y le
enviarán numerosos expertos que conduzcan su economía hacia el capitalismo. La
tarea del Occidente atlantista consistió en separar a la URSS de su área de
influencia (Europa del Este y algunos países de extremo oriente), por un lado,
mientras se fomentaba su debilidad (fraccionamiento, hostigamiento, aislamiento,
en definitiva que no despierte el oso), por el otro. Cualquiera que fuese la
causa de la dinámica centrífuga de la URSS/Rusia, la tarea del imperialismo
atlantista fue favorecerla. Así la expotencia mundial quedaba relegada a un
papel subsidiario en la división internacional del trabajo le tenía asignado a
Rusia en la acumulación mundial de capital
En 1991 se disuelve la URSS,
declarándose el final de la guerra fría con la victoria del capitalismo
atlantista. Fukuyama proclamará el final de la historia que los intelectuales
occidentales celebrarán. Le tocará a Yeltsin contemplar como el i..