Europa

El quiebre de Occidente

La fracasada y grotesca reunión entre los Presidentes Volodimir Zelensky y Donald Trump el viernes en la Casa Blanca, en la que el estadounidense maltrató al ucraniano en presencia de los medios de comunicación internacionales, marca un giro de 180 grados en la política exterior de Estados Unidos y resquebraja seriamente su histórica alianza con el viejo continente. El mismo Zelensky que fue empujado hace tres años a la guerra desatada por Rusia –al desoírse los reclamos sobre su seguridad nacional, que hemos señalado en notas anteriores–, que fue apoyado militarmente por los Estados Unidos y recibido por el gobierno del ex Presidente Joe Biden con honores, ha sido echado de la Casa Blanca e invitado a regresar sólo cuando esté preparado para la paz.

Los mensajes del Vicepresidente estadounidense J.D. Vance en la Conferencia de Múnich del 14 de febrero, en los que cuestiona la democracia y los valores europeos, y el encuentro cuatro días después en Arabia Saudita entre los líderes de la política exterior de Rusia, Sergei Lavrov, y de Estados Unidos, Marcos Rubio, sin la participación de Ucrania y de la Unión Europea, fueron las primeras señales del divorcio occidental. Los hechos de esta semana dan cuenta de una ruptura definitiva.

En efecto, las visitas realizadas a Washington por el Presidente de Francia, Emmanuel Macrón, y por el Primer Ministro del Reino Unido, Keir Starmer –antes de la realizada por el Presidente ucraniano–, así como las posiciones antagónicas entre Estados Unidos y Europa en la votación en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la paz en Ucrania, impulsaron la ola que reventó el viernes con la salida de Zelensky de Washington sin ningún acuerdo.

Europa no la ve

Hasta antes de la llegada de Trump a la presidencia, los líderes europeos, con muy pocas excepciones, descartaban la paz como un escenario posible. Para el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, no había nada que negociar con Rusia y, por lo tanto, había que continuar con la muerte, las armas y la guerra, a pesar de que ya había sido ganada por Rusia. Total, la sangre la ponían los ucranianos y los rusos.

Pero la firmeza de Trump en llevar a cabo las negociaciones de paz en esa guerra, una de sus banderas de campaña electoral, traccionó a los europeos a considerar la paz como un escenario posible. El problema es que los líderes del viejo continente no parecerían haberse dado cuenta de que Rusia se impuso a Ucrania y que el derrotado no impone las condiciones de un acuerdo de paz.

Así, las visitas de Macrón a la casa Blanca el lunes y de Starmer el jueves tenían como objetivos defender el protagonismo de los líderes europeos en las conversaciones sobre Ucrania y ofrecer garantías con presencia militar en el caso de que se lograra un alto al fuego. El francés le dijo a Trump que no querían un “acuerdo débil” y que “esta paz no debe significar la rendición de Ucrania”. Con respecto a las tropas militares, Trump le respondió que no veía mayor problema en que Francia y el Reino Unido las estacionaran en territorio ucraniano en la frontera con Rusia, siempre que se consultara a las partes concernientes.

Al día siguiente, Serguei Lavrov señaló que “la decisión de desplegar fuerzas de paz es posible sólo con el consentimiento de ambas partes”, la rusa y la ucraniana. “Nadie nos pregunta sobre eso. Este enfoque, que creo que está siendo impuesto por los europeos, en primer lugar Francia, y también por los británicos, tiene como objetivo avivar aún más el conflicto”. Añadió que “ese planteamiento es engañoso, pues no se puede apostar por un acuerdo que persigue un único objetivo: volver a bombear armas a Ucrania”. Era obvio que no sería aceptado por Rusia, tratándose precisamente de los dos países garantes del Acuerdo de Minsk 2 de 2014, que no cumplieron con su misión.

La visita de Starmer tres días después perseguía lo mismo, pero en tono más cordial. Le llevó una invitación especial del Rey Carlos de Inglaterra y hablaron de un gran acuerdo comercial entre ambos países. El Primer Ministro británico le dijo que trabajaba en estrecha colaboración con otros líderes europeos para poner tropas en el terreno y aviones en el aire para apoyar un eventual acuerdo de paz. Su país, agregó, está dispuesto a enviar soldados y aviones a Ucrania “porque es la única forma de que la paz perdure y que Putin no vaya por más”, pero Trump no se comprometió a dar garantías de seguridad militar, pues las promesas del Presidente ruso le bastaban. En términos similares a los expresados por Macrón, Starmer le dijo que no se puede “recompensar al agresor” durante la negociación de la paz, a lo que Trump respondió que había que encontrar una tregua pronto, porque de lo contrario podría no llegar nunca.

Ese mismo día tuvo lugar una reunión en el Consulado General de Estados Unidos en Estambul, Turquía, para entablar conversaciones sobre el restablecimiento de relaciones diplomáticas, nombramiento de embajadores, vuelos directos entre ambos ..

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El «continente de paz» se rearma

no te acuerdas porque eres muy joven, pero hubo un tiempo en que la Unión Europea se consideraba un “continente de paz”. Hasta hace al menos trece años: en 2012 la Unión Europea recibió el Premio Nobel de la Paz por “su contribución de seis décadas al avance de la paz” y “pasar de ser un continente de guerra a un continente de paz”. Tras siglos de matanzas, la creación de la Unión Europea aseguraba un largo período de paz, y daba ejemplo a toda la humanidad. Vale, había carnicerías en los Balcanes, pero eso no se consideraba Europa-Europa. Y países europeos se implicaban en guerras al lado de Estados Unidos, pero siempre lejos de nuestro suelo. Los europeos podíamos presumir de vivir en paz, y cada vez quedaban menos europeos con memoria directa de la guerra.

Hasta que este martes Von der Leyen declaró el
fin de los buenos tiempos: “Estamos en una era de rearme”. Hay que movilizar
800.000 millones de manera inmediata para aumentar
las capacidades militares de Europa. Y para ello sacarán el
dinero de donde sea. Incluso relajando la sagrada disciplina fiscal, para que
las compras de armamento no computen como deuda. Y los fondos de cohesión y
para la transición ecológica, de la que ya nadie se acuerda. Los Next Generation,
que ayudaban a cambiar las ventanas de casa, podrán ser reconducidos para
comprar “defensas aéreas, sistemas de artillería, misiles y drones”.

El momento lo justifica todo: estamos
viviendo “el más transcendental y peligroso de los tiempos”, según la
presidenta. El amigo americano nos ha dado la patada, la guerra en Ucrania se
inclina del lado ruso, y los europeos nos metimos hasta las trancas en esa
guerra, solo nos faltó enviar soldados. Europa está en peligro, Europa debe
defenderse, ese es el mensaje.

Cualquiera pensaría que Rusia, que en tres
años no ha sido capaz de vencer a Ucrania, y ha pagado un alto precio en vidas,
material militar y daño económico, no tendría muchas ganas de nuevas aventuras.
Pero hemos actualizado el viejo “Rusia es culpable”, y el espantajo de Putin
será utilizado en adelante para justificarlo todo: ¿aumento del gasto militar?
¡Putin! ¿Recortar políticas públicas para gastar más en defensa? ¡Putin!
¿Recuperar la mili? ¡Putin! Cualquier cosa que nos propongan frente a Putin, colará.
Incluido comprarle buena parte de esas armas… a Estados Unidos.

Se nos dirá además que Europa quiere la
paz, y que solo está aplicando el viejo latinajo de “Si vis pacem para bellum”
(si quieres la paz, prepárate para la guerra). Aparte de que la frasecita ha
sido coartada histórica del militarismo, y hace tiempo que el pacifismo la
sustituyó por “Si vis pacem para pacem”, muchos pensamos que “la guerra empieza
en la fragua”, como tituló Sánchez Ferlosio uno de sus brillantes textos sobre
la cuestión bélica. Decía Ferlosio que las armas “son un instrumento cuyo
ejercicio se ha erigido en fin en sí mismo”, de modo que la propia existencia
de las armas (y de la industria armamentística, que estos días se frota las
manos) acaba siendo la primera causa de guerra.

Hoy que medio planeta se lanza al rearme,
que también el “continente de paz” se apunte a la carrera armamentística es un
desastre. Por mucho Putin que digan.

Fuente: https://www.eldiario.es/opinion/zona-critica/continente-paz-rearma_129_12103909.html

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Europa, la madame despechada

Tras la Segunda Guerra Mundial Europa perdió privilegios. Aquellos acumulados desde el nacimiento de la cultura grecorromana, rebautizada como civilización occidental y cuna de los derechos humanos a partir del siglo XVIII. Una época de expansión del colonialismo, los imperios y la esclavitud moderna. En el siglo XIX, el poder de Europa occidental era incuestionable.

La Primera Guerra mundial (1914-18) no afectó su control geopolítico del planeta. Francia, Italia, Gran Bretaña, Suecia o Dinamarca, incluso la derrotada Alemania, renacía bajo una esvástica.

Mientras, en el Nuevo Mundo, Estados Unidos buscaba acotar fronteras y expandir su control sobre el resto del continente. El Destino Manifiesto le dio fuerza constituyente y la Doctrina Monroe le permitió marcar territorio. América para los americanos, de EU, claro.

En 1803, compró Luisiana a Francia. En 1846 declaró la guerra a México, anexionándose 2 millones 300 mil kilómetros cuadrados, 55 por ciento de su territorio. California, Nevada, Utah, Nuevo México, Arizona, Colorado, sin contar Texas en 1824. Y en 1867, pagó, a los zares de Rusia, 7 millones de dólares en oro, por Alaska. Así consolidó sus fronteras, guerra civil mediante (1861-65). A mediados del siglo XX, controlaba la casi totalidad de los gobiernos de América Latina. Guerras espurias, intervenciones militares, golpes de Estado, amenazas, etcétera. Ayer, como hoy, el control de las materias primas y la sumisión militar son su objetivo. Así nace el imperialismo estadunidense. Hoy lo reconocemos demandando tierras raras en Ucrania, marcando intenciones en Gaza, deseando anexionarse Canadá, comprar Groenlandia o enviar tropas a Panamá para recuperar el canal. Nada nuevo, salvo las formas. El Tratado de Yalta (1945), la Doctrina Truman (1947), el Plan Marshall (1948) y por último la creación de la OTAN (1949), rediseñaron el poder mundial. Así, en medio de una Europa devastada por el conflicto bélico, endeudada militar y económicamente con Estados Unidos, torció el brazo. Nunca más Europa llevará la voz cantante. Estados Unidos se convirtió en el hegemón. Y así, hasta hoy

La Guerra Fría trajo un nuevo enemigo: la URSS. Comunismo versus libertad. La historia se rescribió para avalar el relato de Occidente. La batalla de Stalingrado quedó sepultada y los 8 millones de soldados soviéticos muertos en combate contra el nazifascismo y otros 4 millones de desaparecidos fueron borrados de la victoria aliada, como también lo fueron los partisanos y tantos civiles, hombres y mujeres de los países ocupados que dieron su vida por hacer posible la caída del Tercer Reich. Los únicos héroes, pasaron a ser los soldados estadunidenses desembarcados en las playas de Utah y Omaha, en Normandía. Películas, series, reportajes, se centran en difundir esta versión espuria de la historia.

Europa les debía pleitesía y cayó rendida a sus pies. Oculta tras la victoria, se encontraba la subordinación militar y geopolítica. Las bombas atómicas lanzadas el 6 y 9 de agosto de 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki dejó en claro quién tenía el poder. Europa se llenó de bases estadunidenses. En la actualidad, según la página web: https://www.descifrandolaguerra.es/mapa-de-las-bases-militaresde-estados-unidos-en-europa/, EU posee en territorio europeo, 275 bases militares y 100 mil soldados. Alemania encabeza ambas listas con 123 bases y 35 mil efectivos. Le siguen Italia (49), Reino Unido (23), Portugal (20) y Turquía (12). A lo anterior deben sumarse las instalaciones de menos de 4 hectáreas no contabilizadas en dicho estudio. Tampoco, es menor la compra de material pesado a la industria armamentística norteamericana. Noruega acaba de confirmar la compra de nuevos kits de guía M1156A1 para proyectiles de artillería de 155mm a EU.

Desde 1945 Europa perdió el control del proceso de toma decisiones a escala internacional. Fue desbancada por EU.

Podrán ser consultados como socios aliados, pero no van a condicionar las decisiones previas concebidas desde la Casa Blanca. Aunque se unan, griten y muestren su malestar por el trato displicente.

Y no es cuestión del gobierno de Trump, que también. Pero hasta ahora, Europa ha sido leal a las políticas estadunidenses diseñadas en la guerra ruso-ucraniana por el Pentágono y la OTAN ¿Acaso no fueron los presidentes demócratas Barack Obama y Joe Biden quienes exigieron a sus socios europeos, aumentar el porcentaje del gasto público en defensa?

Hoy, la administración Trump y sus asesores en la Casa Blanca deciden no hacer diplomacia. Sin tapujos, dejan claro quién manda y quién obedece. Más aún, cuando los gobiernos de Europa occidental son conscientes de su papel de gestionar y administrar los intereses del imperio en su zona de influencia. Pero no son el imperio. Trump no hace distingos.

Resulta un esperpento ver como los principales gobernantes de los países de la Unión Europea, se reúnen en Londres para solidarizarse con Volodymir Zelensky y proclamarlo estandarte de la democracia li..

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La temible militarización de Europa

Los líderes europeos quieren aumentar drásticamente el gasto en defensa y preparar sus economías para la guerra. Hay planes para introducir, (por ahora), el servicio militar voluntario e instalar un escudo nuclear. Varios países están dispuestos a enviar tropas a los países vecinos de Rusia, incluida Ucrania.

Boris
Pistorius, el exministro de Defensa de Alemania, ha declarado que su
país se estará “preparado para la guerra” (Kriegstüchtigkeit)
en 2029. El hacha de guerra se está desenterrando.

«Hemos sido traicionados por Trump y amenazados por Putin, por lo que debemos aumentar nuestros esfuerzos militares y prepararnos para la guerra». Ese es el relato que la élite europea nos presenta y que se difunde ampliamente en los medios de comunicación convencionales.

Sin
embargo, ese relato oculta las verdaderas razones y causas
subyacentes de esta fiebre bélica.

Declive

La
militarización de Europa se desarrolla en el contexto de una crisis
económica más amplia. Desde la crisis financiera de 2008 la
economía europea ha tenido dificultades para encontrar nuevas
vías de
crecimiento. La crisis del COVID-19 golpeó duramente la economía y
debido a las
sanciones económicas impuestas a
Rusia, que hemos renunciado a nuestra fuente de energía barata.

Debido
a una obsesión por la austeridad, los gobiernos han descuidado
sectores esenciales para el desarrollo de la productividad, como la
educación y la ciencia. Por su parte, los oligarcas financieros no
han invertido lo suficiente sus ganancias monopolísticas en nuevas
tecnologías para hacer frente a la
competencia de EE.UU. y China.

El
resultado es que Europa está rezagada tanto tecnológica como
económicamente.

Tampoco
las cosas van bien en el ámbito geopolítico. Europa y EE.UU. no han
logrado transformar a Rusia en una semicolonia después de la caída
de la Unión Soviética ni provocar un cambio de régimen capitalista
en China.

Se
esperaba que al admitir a China en la Organización Mundial del
Comercio e invertir fuertemente en el país, las fuerzas capitalistas
crecerían tanto que con el tiempo tomarían el poder del Partido
Comunista, una idea
ilusa.

Al
seguir servilmente a EE.UU., Europa ha descuidado la construcción de
una estructura de seguridad equilibrada después de la caída de la
URSS, una que también incluyera a Rusia.

Ahora,
tanto Rusia como China se han convertido en adversarios formidables,
a los que no se puede tomar a la ligera.

Especialmente bajo el impulso de China, a través de los BRICS los países del Sur Global también están formando un contrapeso cada vez mayor frente al dominio del Norte.

La lucha ha comenzado

Es
en este contexto en el que
la élite estadounidense, encabezada por Trump y Musk, ha lanzado una
agresiva campaña para salvaguardar la supremacía absoluta de EE.UU.
(«Make America
Great Again»),
incluso a expensas de sus aliados más cercanos.

Esto
significa que ha estallado la lucha entre EE.UU. y las otras grandes
potencias imperialistas. En el Foro Económico Mundial de Davos,
Ursula von der Leyen lo expresó de la siguiente manera: «El
orden mundial basado en la cooperación, tal como lo imaginamos hace
25 años, no se ha hecho realidad. En su lugar, hemos entrado en una
nueva era de feroz competencia geopolítica. Las economías más
grandes del mundo compiten por el acceso a materias primas, nuevas
tecnologías y rutas comerciales globales. Desde la inteligencia
artificial hasta la tecnología limpia, desde los ordenadores
cuánticos hasta el espacio, desde el Ártico hasta el Mar de China
Meridional, la carrera ha comenzado».

La
fuerza motriz detrás de esta carrera es la búsqueda de la máxima
ganancia y la expansión del capital monopolista occidental. Eso es
lo que está en juego y de lo que realmente se trata. Para participar
en esta carrera, se juega la carta militar. O como dijo el
excanciller alemán Gerhard Schröder: «Un
país solo cuenta verdaderamente en el escenario internacional si
también está dispuesto a ir a la guerra».

Una excusa

Carece
de sentido la
principal excusa para la actual fiebre bélica, a saber, que Rusia
representa una amenaza militar. Moscú no tiene intención alguna de
expandirse. Según expertos como Jeffrey Sachs y John Mearsheimer, la
invasión de Ucrania fue para Moscú una respuesta a la expansión de
la OTAN hacia el este y a la militarización de Ucrania. Moscú lo
consideró una
amenaza existencial.

En
términos de guerra convencional, Europa no es rival para Rusia. El
Kremlin ya se ha atascado rápidamente en Ucrania, que es un país
mucho más débil que los países europeos. Y si finalmente hubiera
un enfrentamiento entre Europa y Rusia, estaríamos en un escenario
nuclear, un final
que nadie desea.

Una economía de guerra

En
otras palabras, las tensiones militares actuales no son tanto el
resultado de contradicciones geopolíticas con Rusia, China y ahora
también EE.UU., sino que están arraigadas en la obsesión del
capital monopolista occidental por obtener máximas ganancias y
expansión.

Para
asegurar las ganancias..

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¿Adónde va Europa?

La administración Trump está
imponiendo las nuevas prioridades al bloque occidental: refuerzo de
la primacía estadounidense, con mayor subordinación europea, e
involución ultraconservadora e iliberal, con nueva dominación,
división y disciplinamiento de las capas populares: mayor
segregación social, de sexo/género y étnico-cultural y prevalencia
del supremacismo blanco, el machismo y el negacionismo climático.

La nueva jerarquización de
poder y estructuración social, así como su propaganda
justificadora, se asientan en la realidad descarnada de su ventajismo
político militar. Queda atrás la legitimidad cívica basada en
normas comunes acordadas, el derecho internacional o las referencias
a la democracia, la ética pública, los derechos humanos o los
valores occidentales. Lo que prima es la fuerza, que impone su ley
particular. Volvemos a Maquiavelo y Hobbes, pero también al
nihilismo prefascista.

No obstante, el imperialismo
expansivo y militarista estadounidense no es todopoderoso. Por el
contrario, supone un intento de frenar su declive y recomponer su
hegemonía mundial. Es también un signo de debilidad de su
prevalencia económica y su credibilidad política y cultural ante el
desafío económico, demográfico, tecnológico y político del Sur
global, representados por China y los BRICs, y también de la propia
UE, cuya capacidad económica y comercial es superior -salvo en la
alta tecnología y la industria militar-. Su deslegitimación mundial
se ha acelerado dada su implicación en el genocidio palestino y su
despotismo -junto con el Gobierno Israelí- para controlar todo el
Oriente Próximo.

Su primacía se enfrenta a
graves problemas y necesita a Europa como vasallo disciplinado. Es el
sentido de sus autoritarios desplantes políticos, sus medidas
arancelarias y su abuso de la dependencia energética y militar
europea. Pretende reducir su competencia económica, frenar su
cohesión y autonomía y hacerla más dependiente de los propios
intereses estadounidenses. No supone un cambio de alianzas
estratégicas, y menos con la Rusia de Putin, cuyo eje geopolítico
bascula hacia China, y Trump lo sabe; es una conveniencia táctica en
una dinámica transaccional inmediata.

Hay un interés conjunto entre
Trump y Putin en disminuir la relevancia de Europa y, además de
imprimir un giro iliberal y ultraconservador, repartirse Ucrania y
sus grandes reservas agrícolas, muchas de propiedad de fondos de
inversión estadounidenses, y mineras, de tierra raras, fundamentales
para las nuevas tecnologías, así como aprovechar las ventajas
comerciales y marítimas y las grandes reservas de petróleo, gas y
tierras raras que subyacen en un Ártico que se deshiela. El plan
trumpista para controlar Groenlandia, frente a un país europeo, y
Canadá, un socio de la OTAN, obedece, aparte de los beneficios
geoestratégicos y mineros de esos territorios, a su intento de
monopolio, frente a China, del Ártico… con la aquiescencia de
Rusia y la nula competencia de Europa.

El sentido del incremento
del gasto militar

EEUU sigue necesitando a
Europa para consolidar un tapón estratégico a Rusia, una vez
debilitada por esta guerra y demostrados los límites de su
agresividad expansionista y su imperialismo regional, y poder
concentrarse en su adversario estratégico principal: China y sus
aliados. Así, se aclara la función de la exigencia del incremento
del gasto militar, ya planteada en el seno de la OTAN, lo que Europa
admite no, o no solo, con el objetivo de incrementar su autonomía
estratégica respecto de los EEUU, para lo que habría que romper con
una OTAN jerarquizada bajo el mando estadounidense y levantar un
ejército europeo, sino para garantizar el dominio occidental del
mundo, con la nueva subordinación a los intereses estadounidenses,
sus oligarquías tecnológicas y su complejo militar-industrial, y no
con el propósito de la defensa europea o de su autonomía comercial
respecto de China.

Veamos algunos datos para
aclarar el sentido del nuevo militarismo otanista y las alianzas que
conlleva. Según el prestigioso Instituto
Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo,en su informe
militar de 2025, con datos en dólares para 2024, Europa (incluido
Reino Unido) tiene un gasto militar cerca de seiscientos mil
millones, más del doble que la suma de China (unos trescientos mil)
y Rusia (unos ciento cuarenta mil). Mientras tanto, EEUU gasta en
torno a ochocientos cincuenta mil, es decir, el doble que el gasto
conjunto de Rusia/China. Si sumamos el gasto occidental frente al eje
Rusia/China, la proporción es de tres a uno.

A qué viene ese incremento
militar y la nueva ola belicista, compartida en el seno de la OTAN.
No a la supuesta indefensión europea. Solo el gasto en Defensa de
Francia, Alemania y Reino Unido suma más de doscientos treinta mil
millones de dólares, un 60% más que el de Rusia. Se puede
contemplar la especial agresividad del imperialismo ruso para
controlar su esfera de influencia ucraniana, pero es dudoso que se
plantee, con esa correlac..

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«La militarización de Europa está cocinándose a fuego lento desde hace más de dos décadas»

El Centre Delàs d’Estudis per la Pau ha publicado, en diciembre de 2024, el informe Fondo Europeo de Defensa (FED): uso opaco de los fondos públicos, del divulgador científico y catedrático (jubilado) de la Universitat Politècnica de Catalunya, Pere Brunet; las cinco empresas que más se beneficiaron en la convocatoria del FED de 2021 fueron Leonardo, Thales, Airbus, Saab e Indra; recibieron, subraya el documento, más del 30% de la financiación.

El economista y también investigador del Centre Delàs, Jordi Calvo, participó el 28 de febrero en un conversatorio con el activista de Coop57, David Fernández, y la profesora de Relaciones Internacionales Laura Ferre Sanjuán; con el título de Banca desarmada: el rol de les finances per evitar guerres i genocidis, el acto se celebró en Ca Revolta de Valencia.

Jordi Calvo es autor de libros como Banca armada vs Banca ética (Ed. Dharana, 2013); fue uno de los coordinadores de Pacifistas en acción. Desmilitarizar, desarmar, pacificar (Ed. Icaria, 2021); y además se encargó de editar Gasto militar y seguridad global. Perspectivas humanitarias y mediombientales (Ed. Icaria, 2021); la siguiente entrevista tuvo lugar tras la jornada en Ca Revolta.

-P:Ante el
oficialmente denominado abandono de
Trump, países de la UE como Dinamarca han anunciado un aumento del gasto
militar en 2025 (hasta el 3,2% del PIB); y, entre otros ejemplos, el Ministerio
de Defensa español ha informado sobre un incremento salarial para los efectivos
militares; ¿se está despreciando la oportunidad de fomentar en Europa una
cultura de la paz y rechazo de la guerra?

-JC: Creo, sobre todo, que está aprovechándose el momento actual de shock; pero la propuesta de aumentar el presupuesto europeo para la industria militar no es algo nuevo; de hecho, la militarización de Europa se está cocinando a fuego lento desde hace más de 20 años; es cierto que ha ido acelerándose con la invasión de Ucrania, en 2022, por parte del ejército ruso; y, todavía más, con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos.

A
largo plazo la citada Estrategia responde a la reflexión sobre la paz
y la seguridad en Europa, que durante mucho tiempo ha comandado la
industria militar; se trata, en concreto, del Grupo de Personalidades sobre
Investigación en Defensa, constituido en 2015 por la Comisión Europea; de los
15 integrantes del grupo, nueve
representaban a la industria o centros de investigación militar; se trata de expertos que responden a unos
intereses.

-P: ¿Pueden citarse ejemplos de los beneficios empresariales?

-JC: Es el caso de la empresa militar española Indra, que en 2024 alcanzó un beneficio neto de 278 millones de euros, lo que supone un incremento cercano al 35% respecto a 2023; representantes de Indra forman parte del mencionado Grupo de Personalidades; la multinacional está creciendo a un ritmo espectacular en los últimos años, y aumentando la firma de contratos con los gobiernos europeos.

(Las
empresas armamentísticas “se dispararon” en las bolsas europeas tras el
compromiso, por parte de la UE, de mantener el respaldo a Ucrania, informó la
Agencia Efe el 3 de marzo; además de Indra, se mencionan los casos de la
alemana Rheinmetall –ganancias del 14,2%-; la británica Bae Systems (17,4%); la
italiana Leonardo -11,7%-; y la francesa Thales -15,8%-. Nota del
entrevistador).

-P: ¿Tiene relevancia, a escala global, el complejo militar-industrial europeo o su peso es relativo en relación con los gigantes estadounidenses?

-JC: Podemos compararlos a través del top 100 de la industria militar que realiza el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), con los datos de 2023; de las 100 principales del listado, 41 son de Estados Unidos; las cinco primeras productoras de armas son estadounidenses: Lockheed Martin; RTX; Northrop Grumman; Boeing y General Dynamics.

Si
a las norteamericanas sumamos las industrias militares europeas, las de Japón,
Canadá y algún otro país como Corea del Sur, representan el 70% del ranking.

-P: ¿Observas algún cambio en el caso de Alemania? (se situó, en el periodo 2019-2023, como quinto país del mundo en la exportación de grandes armas, tras Estados Unidos, Francia, Rusia y China, según el SIPRI).

-JC: Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, tanto Alemania como Japón tenían prohibido desarrollar un ejército; en Japón, por ejemplo, se estableció el nombre de Fuerzas de Autodefensa; en cuanto al ejército alemán, se mantuvo en un nivel reducido y controlado; pero desde hace unos años, Alemania ha ido cambiando el discurso y dejado de tener, digamos, un rol más modesto en cuestiones militares.

Tras
la salida del Reino Unido de la UE (brexit),
el liderazgo militar de Francia y Gran Bretaña en Europa fue sustituido por el
eje franco-alemán; por tanto, cuando nos referimos a la militarización de la
UE, se trata realmente de las dos grandes potencias que la comandan –Francia y
Alemania-; España es seguidora de estos dos países.

-P: ¿Es un mito consid..

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Peligrosa ineptitud europea

La élite política europea se caracteriza por su ineptitud.
En casi su totalidad se trata de gente que durante décadas externalizó a
Estados Unidos la función de pensar políticamente, adoptando el
infantilismo político, el narcisismo y la arrogancia de unos “principios
y valores” que, desde luego, la Unión Europea no encarna, practicando
una política basada en la imagen, y creyéndose su propia propaganda
mediática sobre el motivo y origen del conflicto de Ucrania, a saber: el
deseo de un malvado dictador de ampliar su imperio y recrear una
especie de URSS.

La Unión Europea no puede resolver un conflicto cuyos
motivos no entiende. Es incapaz, por tanto, de negociar, porque
desconoce sus propios intereses: no los ha formulado, y se ha limitado a
seguir los de Estados Unidos, que ahora gira y la deja en la estacada.

Europa no quiere acabar la guerra de Ucrania,
porque su burocracia oligárquica ha encontrado en la confrontación con
Rusia la fórmula para consolidar su poder, su razón de ser. Este cúmulo
de circunstancias explica su actual despropósito: pretender ganar sin Estados Unidos una guerra, que en su actual estado y a lo largo de tres años ha perdido con Estados
Unidos. ¿De dónde van a salir los 800.000 millones anunciados para el
rearme? Alemania, su principal potencia, está a las puertas de otro año
de recesión. ¿De dónde saldrán los hombres dispuestos a morir en la
enésima cruzada de la historia europea contra Rusia? Sus principales
potencias militares –Inglaterra, Alemania y Francia– apenas cuentan,
cada una, con una decena de sistemas de defensa antiaérea y antimisiles,
pero para cubrir mínimamente el espacio ucraniano (ciudades e
industrias clave). En la época soviética, allí se disponía de centenares
de esos sistemas. Es solo un ejemplo.

Es verdad que los presupuestos de defensa combinados de
los Estados europeos suman cifras enormes, bien superiores a las de
Rusia, pero eso no cambia la realidad de un mosaico operativamente
incoherente de retazos de diferentes sistemas de armas, cuya complicada
interacción ha demostrado la estrategia militar occidental en Ucrania.
Respecto a la invocada “invasión rusa de Europa”, es una fantasía. Choca
con la propia realidad del lento y penoso avance militar ruso en
Ucrania y con la propia narrativa europea. Durante años, la UE ha
mantenido que la inclusión de Ucrania en la OTAN es la garantía de
seguridad, porque Rusia no se atrevería a atacar a la OTAN, pero al
mismo tiempo se afirma esa posibilidad al agitar el “que vienen los
rusos”.

Lo que deberían hacer los políticos europeos es abrir su
propia negociación con Rusia en lugar de mendigar un puesto en la mesa
de Trump. Antes, deberían reconocer que la única “garantía de seguridad”
para Ucrania es su neutralidad. Seguramente es pedirles demasiado…

A poco más de seis semanas desde que Trump asumió la
presidencia –cuando se escriben estas líneas– y en medio de una
desconcertante y a veces contradictoria sucesión de declaraciones y
anuncios, sigue sin haber apenas perspectiva para pronósticos y
conclusiones. Es difícil imaginar que se cumpla, por ejemplo, lo que
dice el ayudante presidencial Elon Musk de que Estados Unidos se vaya de
esa OTAN que el propio secretario de Defensa, Pete Hegseth, quiere “más
fuerte y letal”. Aún más que abandone Europa, pieza fundamental de la
proyección del poder americano en el mundo. Sin embargo, el mero hecho
de que el primero en la cadena de mando de la guerra entre la OTAN y
Rusia que se libra en Ucrania exprese comprensión hacia los intereses
rusos e insista en acabar la guerra, ha quebrado la narrativa occidental
sobre el conflicto y crea una enorme confusión en las filas europeas,
unidas en su hostilidad a Rusia, lo que abre una ventana de oportunidad a
Moscú.

En el Kremlin se preguntan hasta qué punto es firme esa
oportunidad. Tras décadas de deslocalización y desindustrialización en
busca del máximo beneficio cortoplacista, la dependencia de la economía
de Estados Unidos de sus suministradores es grande. Los castigos
arancelarios anunciados pueden crear rupturas y carestías. El mundo ya
conoció, en la Rusia de Boris Yeltsin de los años noventa, grandes
promesas de “volver a hacer grande” el país que se saldaron con un
fenomenal desbarajuste. En los inicios de Trump, el presidente
(recordemos que sufrió dos atentados durante la campaña electoral) tiene
a su favor la inercia del shock que provoca el frenético
anuncio de sus iniciativas políticas entre sus adversarios en Estados
Unidos y en Europa, pero su posición está lejos de ser firme. Su mayoría
en el Congreso es exigua, de solo tres votos. En el dossier ucraniano,
todo el partido demócrata y parte del republicano no sintonizan con el
giro hacia un acuerdo con Rusia. En el probable caso de que la economía
se le tuerza, Trump perderá en dos años la mayoría en las elecciones de midterm
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Europa apuesta al rearme y se relame la industria bélica

Europa apuesta al rearme y se relame la industria bélica

Por Alberto López Girondo | 11/03/2025 | EE.UU., Europa

Fuentes: Tiempo Argentino

Macron ofrece la fuerza de disuación francesa y Starmer el desarrollo de la capacidad fabril británica. Putin dijo que «todavía hay gente que quiere volver a los tiempos de Napoleón olvidando cómo terminó». Las acciones de algunas empresas de armas crecen al infinito.

Europa alardea de independencia de Estados Unidos avanzando en planes de rearme en apoyo de Ucrania encabezados por el francés Emmanuel Macron y el británico Keir Starmer, nostálgicos de dos imperios que esperan renacer de sus cenizas en una guerra de la que Donald Trump eligió escapar. Una contienda en la que ya se restriegan las manos los seguros ganadores: las empresas fabricantes de armas, que se posicionan como las mejores inversiones en lo va del año.

El inquilino del Elíseo dio un discurso en cadena nacional el
miércoles en el que calificó a Rusia como una amenaza contra Europa y
planteó como “oferta” la fuerza de disuasión nuclear que puede aportar
Francia. En el fondo era una mojada de oreja al Reino Unido, cuyo
sistema de armamento atómico no puede funcionar sin el sostén
estadounidense. Y se entiende, la semana anterior, Starmer había
recibido a Volodimir Zelenski en el 10 de Downing Street con promesas de
poner a su industria bélica a trabajar a pleno. El primer ministro
laborista anunció fondos de unos 2000 millones de dólares para “proteger
la infraestructura crítica y reforzar a Ucrania”. Se trata de dinero de
fondos rusos embargados en Europa para la compra de misiles a
fabricados en Belfast “que crearán empleo en nuestro brillante sector de
la defensa”, dijo Starmer, en el mejor estilo Trump.

La respuesta de Vladimir Putin, quien habló este sábado y fue directo contra el ego de Macron. «Todavía hay gente que no puede estarse quieta. Todavía hay gente que quiere volver a los tiempos de Napoleón, olvidando cómo terminó», dijo el presidente ruso, sin mencionar a su par galo. «Ellos –añadió Putin, en referencia al los ejércitos napoleónicos– subestimaron el carácter del pueblo ruso y de los representantes de la cultura rusa en general».

Dos días antes los jefes de Estado de los 27 países de la Unión Europea se juntaron para elaborar una estrategia común. El giro de Washington con la administración Trump los dejó en su cruda desnudez y tratan desesperadamente salvar los papeles, aunque la jugada tiene el riesgo de incrementar las posibilidades una nueva guerra mundial, ya que la Federación Rusa tiene un acuerdo de amplia cooperación con China desde 20 días antes de la Operación Militar Especial en Ucrania, en 2022.

En Bruselas, la no menos belicista Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, alemana ella, o sea, de otro imperio barrido por la historia, propuso un plan de «Rearme Europeo» por el que se incrementaría el gasto en defensa hasta los 800.000 millones de euros. Se supone que será presentado oficialmente el 19 de marzo por el Comisario Europeo de Defensa, el lituano Andrius Kubilius, y la representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, la estonia Kaja Kallas. Por ahora, se destinarán 150.000 millones para incrementar el presupuesto armamentístico. Las voces dispares en este concierto militarista son las del primer ministro húngaro Viktor Orban y del eslovaco Robert Fico, que proponen discutir el caso Ucrania directamente con Putin.

Como sea, en la semana las acciones de empresas bélicas se dispararon
hasta dos dígitos en las bolsas europeas. Rheinmetall AG, el mayor
fabricante de municiones de Europa, por caso, tuvo alzas de más del 10% y
en lo que va del año, 85%. La sueca Saab también subió más del 10% y
supera el 50% en 2025. En ese rubro, hay mercado para todos: al italiana
Leonardo, que fabrica helicópteros y drones, no se quedó atrás. Tampoco
Safran, fabricante de motores para la industria aeronáutica, recopila
el chileno Maximiliano Villena en La Tercera. El ministerio de
Defensa británico, a su vez, presentó nuevos contratos con las firmas
BAE Systems, Babcock y Thales UK. Empresas del Reino Unido pasaron de
exportar 35 millones de libras esterlinas entre 2012 y 2022, y desde la
OME las ventas treparon hasta los 1100 millones, consigna un artículo de
Mark Curtis en Declassified UK, un portal donde se publica información
desclasificada del gobierno británico. “Gran parte de la ayuda militar
del Reino Unido a Ucrania —que asciende a 4500 millones de libras este
año— es en realidad un subsidio a las empresas de armas”, concluye
Curtis.

El 16 de enero pasado, Starmer y Zelenski firmaron en el Palacio
Mariinsky, de Kiev, un acuerdo por 100 años para “fortalecer los lazos
de defensa entre ambos países”. El laborista dijo esa vez que como parte
de ese convenio, Ucrania recibirá un nuevo sistema de defensa diseñado
por Reino Unido y financiado por Dinamarca, y los británicos seguirán
entrenando a tropas de ese p..

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