Con la línea de meta a la vista para el programa israelí de limpieza étnica genocida, el guion de Occidente sobre Gaza se está reescribiendo a toda prisa. Pero no se equivoquen: se trata de la misma red de mentiras interesadas. Como bajo la dirección de un director de orquesta oculto, Gran Bretaña, Francia y Canadá —aliados clave de EE. UU.— estallaron esta semana en un coro de condenas a Israel.
Calificaron
de “desproporcionados” los planes de Israel de arrasar los últimos
fragmentos de Gaza que aún quedan en pie, mientras que la
intensificación por parte de Israel de la hambruna que ha azotado
durante meses a más de dos millones de civiles palestinos resultaba “intolerable”.
El cambio de tono estuvo precedido, como señalé en estas páginas la semana pasada, por un lenguaje nuevo y más duro contra Israel por parte de la prensa occidental.
El relato de los medios de comunicación tradicionales tuvo que cambiar primero, para que la repentina manifestación de preocupación moral y política por el sufrimiento de Gaza por parte del primer ministro británico Keir Starmer, el presidente francés Emmanuel Macron y el primer ministro canadiense Mark Carney —tras más de un año y medio de indiferencia— no pareciera demasiado abrupta ni extraña.
Actúan como si se hubiera superado el
genocidio israelí. Pero los genocidios no tienen límites. Simplemente
avanzan implacablemente hasta que se les detiene. Los medios de
comunicación y los políticos gestionan con cuidado cualquier disonancia
cognitiva para sus públicos.
Pero la realidad más profunda es que las
capitales occidentales siguen coordinando con Israel y Estados Unidos
sus “críticas” al genocidio israelí en Gaza, tal como antes coordinaron
su apoyo.
Así lo reconoció un alto funcionario israelí al periódico israelí Haaretz. Refiriéndose al repentino cambio de tono, declaró:
“Las últimas 24 horas formaron parte de una emboscada planificada de la
que sabíamos. Se trató de una secuencia coordinada de acciones previas a
la reunión de la UE en Bruselas, y gracias a los esfuerzos conjuntos de
nuestros embajadores y el ministro de Asuntos Exteriores, logramos
moderar el resultado”.
Los lamentos son solo otra maniobra teatral, poco diferente de la anterior mezcla de silencio y palabrería sobre el “derecho a defenderse” de Israel. Y tienen el mismo propósito: ganar tiempo para que Israel “termine el trabajo”, es decir, para completar su genocidio y limpieza étnica de Gaza.
Occidente sigue promoviendo “debates”
falsos, enteramente inventados por Israel, sobre si Hamás está robando
ayuda, qué constituye ayuda suficiente y cómo debería entregarse.
Todo esto pretende ser ruido para
distraernos del único asunto relevante: que Israel está cometiendo
genocidio al masacrar y matar de hambre a la población de Gaza, mientras
que Occidente ha contribuido e instigado ese genocidio.
Ejercicio de relaciones públicas
Con las reservas de alimentos completamente agotadas por el bloqueo israelí, el jefe humanitario de la ONU, Tom Fletcher, declaró a la BBC el martes que unos 14.000 bebés podrían morir en Gaza en 48 horas sin que les llegue ayuda inmediata.
El pronóstico a largo plazo es aún más desalentador. El lunes el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, decidió permitir la entrada de una pequeña cantidad de ayuda, y liberó cinco camiones, algunos con fórmula infantil, de los miles de vehículos que Israel ha retenido en los puntos de entrada durante casi tres meses. Esto representa menos del 1% del número de camiones que, según los expertos, deben ingresar diariamente solo para contener la letal hambruna.
El martes, a medida que crecía el
clamor, el número de camiones de ayuda autorizados para entrar en Gaza
ascendió, según se informa, a casi 100,
o menos de una quinta parte del mínimo indispensable. Al momento de
escribir este artículo, se informó que ninguna de las ayudas había
llegado a la población del enclave.
Netanyahu dejó claro al público israelí
—la mayoría del cual parece entusiasmado con que continúe la hambruna
artificial— que no lo hacía por ningún impulso humanitario.
Se trataba puramente de un ejercicio de
relaciones públicas para mantener a raya a las capitales occidentales,
afirmó. El objetivo era aliviar las exigencias de sus propios públicos a
estos líderes para que penalizaran a Israel y detuvieran la continua
masacre de la población de Gaza.
O como lo expresó
Netanyahu: “Nuestros mejores amigos en todo el mundo, los senadores más
proisraelíes [en EE. UU.]… nos dicen que están proporcionando toda la
ayuda, las armas, el apoyo y la protección en el Consejo de Seguridad de
la ONU, pero que no pueden soportar imágenes de hambruna masiva”.
El ministro de finanzas israelí, Bezalel Smotrich, fue aún más claro: “En nuestro camino hacia la destrucción de Hamás estamos destruyendo todo lo que queda de la Franja de Gaza”. También habló de “limpiar” el enclave.
“De vuelta a la Edad de Piedra”
El público occidental ha estado..