La carrera belicista europea: ¿quién está detrás de la industria de la guerra?
Más allá de la posición de Trump en la posible paz en Ucrania, Europa
parece haber tomado ya de manera indiscutible la senda de aumento del
presupuesto militar. La Comisión Europea, presidida por la exministra de
Defensa alemana Von der Leyen, y que integra la gran coalición formada
por la ultraderecha, socialistas y conservadores, ha prometido la
movilización de 800.000 millones de euros. “Estamos en una era de rearme
y Europa está dispuesta a impulsar masivamente su gasto en Defensa”,
dijo a principios de marzo la presidenta de la Comisión, tras la
congelación de la ayuda de EEUU a Ucrania decretada por Trump. El nuevo
plan, denominado “Rearmar Europa”, plantea romper reglas tradicionales
de la Unión, como congelar las reglas de déficit fiscal para autorizar
el endeudamiento si es para gasto militar; o la compra mancomunada de
material militar, para evitar sobrecargar los precios y las cadenas de
suministros; y préstamos por valor de 180.000 millones para estas
compras. El objetivo es “la adquisición de sistemas de defensa aérea y
antimisiles, los sistemas de artillería, misiles y munición, drones y
sistemas antidrones, pero también para abordar otras necesidades, desde
el ciberespacio a la movilidad militar”, según aseguraba Von der Leyen.
Ante esta espiral incuestionable, cabe preguntarse qué actores se pueden
beneficiar de esta carrera.
El declive económico del eje franco-alemán
Macron y la industria francesa de defensa son uno de los
grandes beneficiados de este plan de rearme. Desde la convocatoria de
elecciones anticipadas el año pasado, y el frustrado gobierno de su
delfín, el conservador Michel Barnier, las malas noticias se le han ido
acumulando. En unos pocos meses ha perdido a su socio alemán Olaf
Scholtz, y principalmente al estadounidense Biden, con quienes compartía
objetivo estratégico en Ucrania. Más allá, la economía sigue una senda
de estancamiento, con un tímido crecimiento del 1,1% en 2023 y 2024.
Tras la crisis de gobierno y los datos económicos de fin de año, las
agencias rebajaron la calificación de la deuda, cuyos intereses están en
máximos históricos desde la crisis de 2011.
Una situación que ya hace mella en las familias. Según una encuesta de IPSOS,
el 32% de los franceses afirma que apenas puede satisfacer sus
necesidades esenciales (+2 puntos en un año) y el 13% que no lo hace (+1
punto en un año). En total, casi uno de cada dos franceses se
encuentra, por tanto, en una situación económica incómoda (45%, una
proporción que ha aumentado 3 puntos respecto a 2023).
En enero,
otra encuesta situaba a Macron como el presidente con menos popularidad
desde François Holland en 2015. Bajo este aguacero, Macron ha abrazado
con fervor el plan de rearme europeo y cuestiona las reglas de déficit.
Ya en enero decía que estaban “caducas”, con una deuda del 113,7% y un
déficit del 6%, muy por encima del resto de países, y el doble de lo que
marca el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC), que limita el
déficit público al 3% y la deuda pública al 60% del PIB.
Con el rearme europeo, Macron fía su futuro al desempeño de la
industria gala en el sector. Tras casi tres años de guerra en Ucrania,
Francia se ha convertido en el segundo exportador de armas a nivel
global, sólo por detrás de EEUU. Cinco de sus empresas se sitúan entre las 50 mayores del mundo
(Thales, Dassault, Naval Group, Safran y CEA). Estas empresas se
caracterizan, dentro del ecosistema global, por tener una participación
estatal de control por parte del gobierno francés y el Ministerio de
Defensa. Esto beneficia a ambas partes de la carrera armamentística,
pues asegura un crecimiento de pedidos por parte del Estado y aumenta su
recaudación. Sólo en 2024, los beneficios por la venta de armas de
Thales aumentaron un 45%.
La locomotora parada
Alemania es otro de los países que encuentra una salida económica con
esta guerra. La locomotora industrial de Europa no ha levantado cabeza
tras la crisis del covid y el final del gas ruso barato: su producción
industrial sigue 10 puntos por debajo del nivel precrisis, y en 2024
cayó un 3%. La economía alemana arrastra dos años de crecimiento
negativo, en 2023 y 2024, una situación que no se producía desde el
inicio del milenio.
Los efectos de la recesión se han dejado ver en los recientes cambios políticos en el país. Las encuestas
electorales destacaban la economía y la inmigración como los
principales problemas que preocupaban a la ciudadanía, y acabaron
provocando el cambio de gobierno. Otro de los elementos es la disparidad
creciente entre ricos y pobres, muy común en el resto de países
europeos. Las condiciones de vida de muchos ciudadanos han ido
empeorando, y Alemania figura entre los países líderes en indicadores
como pobreza energética, con un 8,2% de su población pasando problemas
para mantener caliente su hogar, frente al 20,8% en España, que lidera
el ranking; y por encima de países como Polonia (4,7%)..