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1.000 programas
Por Andrés Sarlengo | 06/06/2025 | Argentina
Fuentes:
Mil sábados atrás iniciábamos este proyecto radiofónico, ético/político, grupal y solidario que se llama CONTRAPUNTOS. No recuerdo la fecha justa y precisa, pero con el devenir siempre mantuvimos una perspectiva crítica sobre lo que sucede/sucedía en la región, el país, el mundo. Una doble tarea: periodismo y docencia fueron abriendo más y mejores preguntas, entrevistas y reflexiones que certezas a modo de bajada de línea, propio de la “comunicación dominadora” (consciente o inconsciente) de los medios locales y nacionales.
Nuestra concepción de vida,
al menos la de quien escribe fue y es que no hay nada más hermoso,
sano e integrador que ser coherente con nuestro sentir, pensar y
hacer. Como hijo de laburantes hicimos y realizamos periodismo radial
partiendo de nuestra clase social: los y las trabajadores/as somos
quienes creamos todo lo puesto y visto sobre la tierra, el agua y el
aire. En efecto, noticias y entrevistas para Contrapuntos tienen
intereses/deseos y formulaciones de clases, de grupos e instituciones
que nos conformen e identifiquen contra la burguesía explotadora y
sus gerentes.
En tiempos de “derechas”,
de modelos y referentes identificatorios donde la riqueza, el lujo,
el individualismo, las humillaciones, el exitismo, la represión
genocida, la “guita” fácil y la perversión predominan: nuestra
labor es mantenernos firmes, no aflojar en nuestras convicciones y
continuar con ese viejo concepto de Mario Kaplun (que hoy la
burguesía usa a su favor): la prealimentación. “LA
PREALIMENTACIÓN. ¿Es posible designar, dar un nombre técnico a esa
etapa inicial del proceso comunicativo? Creemos que sí. Podríamos
decir que, en lugar de plantearse un hipotético feedback o
retroalimentación, estos equipos citados han sabido incorporar y
valorar otro componente de la comunicación del que nunca se habla:
La prealimentación (o, si se quiere conservar el contraste en
inglés, el feed-forward). Proponemos llamar prealimentación a esa
búsqueda inicial que hacemos entre los destinatarios de nuestros
medios de comunicación para que nuestros mensajes los representen y
reflejen. Por ahí comienza y debe comenzar un proceso de
comunicación educativa (…) Pero no sólo se trata de «reflejar»
a la comunidad (o a la región, o a la organización) como un espejo
que devuelve una imagen o como un grabador que repite y reproduce
mecánicamente lo que la gente dice. El equipo comunicador debe
procurar devolver esos hechos y experiencias que ha recogido, de tal
manera que ahora la comunidad pueda verlos con otra perspectiva
crítica, analizarlos, discutirlos, reflexionarlos, emitir un juicio,
desentrañar las causas del problema que hasta ahora habían estado
viviendo y sufriendo como una mera contingencia, sin percibir sus
raíces. Nuestra manera de presentar los hechos debe ser
problematizadora, suscitar la reflexión. Es a esto a lo que llamamos
formulación pedagógica del mensaje”, subraya largamente Mario
Kaplun en su libro “El comunicador popular (1)”.
El sueño de Mario Kaplun se
conjuga con el de Bertolt Brecht: la radio/comunicación como arte.
Así lo escribió el dramaturgo alemán: “…Arte y radio tienen
que ponerse a la disposición de fines pedagógicos. La posibilidad
de llevar a cabo una de estas formas pedagógicas directas de
utilización del arte no parece hoy indicada, porque el Estado no
tiene ningún interés en educar a su juventud para el colectivismo
(…) Y para ser ahora positivos, es decir, para descubrir lo
positivo de la radiodifusión, una propuesta para cambiar el
funcionamiento de la radio: hay que transformar la radio, convertirla
de aparato de distribución en aparato de comunicación. La radio
sería el más fabuloso aparato de comunicación imaginable de la
vida pública, un sistema de canalización fantástico, es decir, lo
sería si supiera no solamente transmitir, sino también recibir, por
tanto, no solamente oír al radioescucha, sino también hacerle
hablar, y no aislarle, sino ponerse en comunicación con él. La
radiodifusión debería en consecuencia apartarse de quienes la
abastecen y constituir a los oyentes en abastecedores. Por ende,
todos los esfuerzos de la radiodifusión en conferir realmente a los
asuntos públicos el carácter de cosa pública, son absolutamente
positivos (2)”. 1932… Casi 100 años atrás: impecable. ¿La
radio para educar a los jóvenes en los valores del colectivismo en
un mundo de pantallas y subjetividades Cyborgs? Vaya desafío: la
radio, la palabra, el concepto, lo analógico: ¿vencido por lo
digital-virtual y la big data?
Tal vez aquí vale acercar la
coincidencia entre la poesía y la radio según inferimos de la obra
de Luis Franco: quizás sean “es
el más profundo sistema de comunicación de los cuerpos y las almas
inventado hasta hoy (3)”. Por eso esa cierta nostalgia mansa de lo
que evoca, convoca, resuena y transmite la
palabra/poesía/sonidos/silencios de la radio… se nos viene al
corazón mismo de los 1.000 CONTRAPUNTOS.
En “Qué hacer con la radio”
Ricardo Horvath fundamenta: “La radio es el medio perfecto para
transmitir ideas a través de la palabra. Según encuestas la radio
es el medio con mayor credibilidad en materia informativa y triunfó
sobre el resto cuando el transistor facilitó su cómodo traslado y
ubicación. La radio acerca palabras, pensamientos y sugiere con los
silencios. Porque la radio es sonido, pero también silencio. “La
radio es una perpetua creación; cada emisión es nueva, es
reciente”, dice el profesor colombino Fernando Vázquez. La radio
es capaz de crear climas diversos (de intimidad, diversión,
sensualidad, placer, entretenimiento, tensión, suspenso, intriga,
misterio, relax, gozo). La radio logra producir cierto grado de
connivencia entre el locutor y el escucha. La radio ha sido definida
como “el teatro de la mente (3)”. Pese al optimismo de
Horvath-sin embargo- el poder alienante de las “pantallas” nos va
sumergiendo en su contrario: una oscura y vulgar cultura del
espectáculo de la degradación, la toxicidad y el narcisismo.
Volvamos al comienzo
-asimismo- cuando afirmábamos que CONTRAPUNTOS tiene un punto de
vista clasista: un intento de multiplicar voces y pareceres de las
luchas y experiencias de la clase obrera y trabajadora contra la
opresión capitalista; pues nuestro enfoque apunta a una adaptación
activa a la realidad -diría Enrique Pichon Riviere-: un programa de
radio con entrevistas que se interrogue sobre la salud mental y
física de los laburantes; en palabras del psicólogo y psicólogo
social Horacio Tabares: “cómo el modo de producción capitalista
afecta la salud del trabajador”. Tan es así, que el reconocido
investigador y psicólogo en su libro “Vulnerabilidades, orden
social y consumos (4)” cita a Karl Marx: “…el obrero a lo largo
de su vida no es otra cosa que fuerza de trabajo, y que en
consecuencia todo su tiempo disponible es, según la naturaleza y el
derecho, tiempo de trabajo, perteneciente por tanto a la
autovalorización del capital…Pero en su desmesurado y ciego
impulso, en su hambruna canina de plustrabajo, el capital no solo
transgrede los límites morales, sino también las barreras máximas
puramente físicas de la jornada laboral (…) Usurpa el tiempo
necesario para el crecimiento, el desarrollo y el mantenimiento de la
salud corporal. Roba el tiempo que se requiere para el consumo de
aire fresco y luz de sol. Escamotea el tiempo de las comidas y,
cuando puede, las incorpora al proceso de producción mismo, de tal
manera que al obrero se le echa comida como si él fuera un medio de
producción más, como a la caldera carbón y a la maquinaria grasa o
aceite (4)”. Años mediante…poco ha cambiado en las relaciones
sociales que Marx y Tabares describen.
En definitiva, en estos
primeros 1.000 programas pretendimos y apostamos a hacer honor al
concepto comunicación: communis, acción en común, el compartir: y
no al sometimiento del monólogo de la runfla noticiosa burguesa. Y
en ese cruce de intervención/práctica social, radio, salud mental y
disputas contra el orden del capital queremos terminar con una
definición de Marie Langer: “Es cierto, teníamos esa meta.
Concordamos con Pichon Riviere en que todo proceso de curación
implica un aprendizaje. Pero para que este se logre y para que la
persona que necesite en un momento ayuda terapéutica pueda después
seguir adelante sin terapia, deberá haber adquirido no solamente
insight de los problemas psicológicos que lo llevaron a la
enfermedad, sino también los instrumentos necesarios para entender
cómo la sociedad y el lugar que ocupa en ella condicionó su propia
vida. Y tampoco esta toma de conciencia será operativa si no logra
simultáneamente salirse de su aislamiento y adquirir vínculos
solidarios, más allá de su pequeño mundo privado. Este proceso fue
especialmente importante para las amas de casa de clase obrera que
formaban más o menos un tercio de nuestros pacientes y que suelen
vivir en un aislamiento total. Pudimos observar cómo el proceso
terapéutico de los grupos evolucionaba en la medida en que surgía y
se consolidaba la solidaridad entre los integrantes del grupo no
obstante las rivalidades, tensiones y ambivalencias existentes. En
los grupos contrapusimos la solidaridad a la competencia del sistema
(5)”.
Radio, solidaridad,
trabajadores, lucha de clases… MIL PROGRAMAS de Contrapuntos:
cerrar de este modo -es nuestro deseo- para edificar puentes y
transmisiones entre lo que pasó y lo que vendrá: ahí se juega a
fondo lo que hay que transformar, cueste lo que cueste, desde un
programa de radio hasta la revolución socialista que anhelamos.
Notas:
- Lumen Humanistas. 1996.
-
Teorías de la radio. La
radio: ¿un descubrimiento antediluviano? -
Citado en ¿Qué hacer con la
radio? Ricardo Horvath. Ediciones Letra Buena. 1994 -
DelREves ediciones. Mayo
2021. -
Memoria, historia y diálogo
psicoanalítico. Marie Langer. Jaime del Palacio. Enrique Guinsberg.
Folios ediciones. 1981.